17.2.22

Hay que empezar a normalizar a Vox

En una negociación, quien apela a los principios ya ha perdido. Porque ya no podrá moverse de ellos, mientras el otro ni conoce límite ni tiene por qué respetarlo. Así que cuando Pablo Casado dice que su límite son sus principios, lo único que le puede salvar es que ni Vox ni nadie sabe exactamente a qué principios se refiere. 

El problema de Casado, ahora mismo y en este contexto (limitémonos a este contexto), es que el único principio que parece tener claro no es exactamente suyo y es el de que Vox no es un partido normal y que en la medida de lo posible hay evitar cualquier tipo de contacto con él. Es un principio impuesto por sus adversarios y, como tal, más que un principio es un final, porque acabaría, como bien le ha querido dejar claro Pedro Sánchez, con cualquier posibilidad de gobernar en cualquier lugar de España en el que no saque mayoría absoluta. “Le daremos nuestra generosa y patriótica abstención si rompe en todo lugar, como por ejemplo Madrid (un ejemplo como cualquier otro, ya ven ustedes) en el que se entienda con la extrema derecha”, dice Sánchez en eso que antes de la irrupción de la politología en nuestras vidas solía conocerse como “el abrazo del oso” o el “pan para hoy, hambre para mañana”.