DĆ”ndose tiempo, rascando horas y alargando la agonĆa, Pablo Casado seguĆa empeƱado en controlar cosas que ya no dependĆan de Ć©l. Ya vendrĆ”n otros a decir que lo hizo por el bien del partido. Por la unidad. Por la moderaciĆ³n. Por EspaƱa misma y por la democracia, incluso.
No serĆ”n Shakespeare, a lo mejor serĆ” Alberto NĆŗƱez FeijĆ³o y a lo peor sĆ³lo Teodoro GarcĆa Egea, pero de hecho ya estĆ”n saliendo muchos de sus enemigos, muchos de los que ayer mismo lo insultaban, a llorarlo compungidos, apenados, tristes de verdad de la buena por la suerte que le espera a nuestro paĆs y a nuestro sistema de libertades. Y cada vez mĆ”s apagados se van repitiendo, nos van repitiendo, que Casado era en el fondo y a pesar de sus errores y de sus defectos y de su fracaso final, "un hombre de honor".
Casado, un hombre de honor
Dicen que Casado sigue a la espera de una salida honorable. Pero honorable es todo lo que se hace con honor, sea sepuku o dimisiĆ³n. Y en este paĆs, en el que no dimite nadie, dimitir es ya y en sĆ mismo signo de distinciĆ³n y elegancia, y para estas cosas siempre es un buen momento.