24.2.22

Casado, un hombre de honor

Dicen que Casado sigue a la espera de una salida honorable. Pero honorable es todo lo que se hace con honor, sea sepuku o dimisión. Y en este país, en el que no dimite nadie, dimitir es ya y en sí mismo signo de distinción y elegancia, y para estas cosas siempre es un buen momento. 

Dándose tiempo, rascando horas y alargando la agonía, Pablo Casado seguía empeñado en controlar cosas que ya no dependían de él. Ya vendrán otros a decir que lo hizo por el bien del partido. Por la unidad. Por la moderación. Por España misma y por la democracia, incluso. No serán Shakespeare, a lo mejor será Alberto Núñez Feijóo y a lo peor sólo Teodoro García Egea, pero de hecho ya están saliendo muchos de sus enemigos, muchos de los que ayer mismo lo insultaban, a llorarlo compungidos, apenados, tristes de verdad de la buena por la suerte que le espera a nuestro país y a nuestro sistema de libertades. Y cada vez más apagados se van repitiendo, nos van repitiendo, que Casado era en el fondo y a pesar de sus errores y de sus defectos y de su fracaso final, "un hombre de honor". 

17.2.22

Hay que empezar a normalizar a Vox

En una negociación, quien apela a los principios ya ha perdido. Porque ya no podrá moverse de ellos, mientras el otro ni conoce límite ni tiene por qué respetarlo. Así que cuando Pablo Casado dice que su límite son sus principios, lo único que le puede salvar es que ni Vox ni nadie sabe exactamente a qué principios se refiere. 

El problema de Casado, ahora mismo y en este contexto (limitémonos a este contexto), es que el único principio que parece tener claro no es exactamente suyo y es el de que Vox no es un partido normal y que en la medida de lo posible hay evitar cualquier tipo de contacto con él. Es un principio impuesto por sus adversarios y, como tal, más que un principio es un final, porque acabaría, como bien le ha querido dejar claro Pedro Sánchez, con cualquier posibilidad de gobernar en cualquier lugar de España en el que no saque mayoría absoluta. “Le daremos nuestra generosa y patriótica abstención si rompe en todo lugar, como por ejemplo Madrid (un ejemplo como cualquier otro, ya ven ustedes) en el que se entienda con la extrema derecha”, dice Sánchez en eso que antes de la irrupción de la politología en nuestras vidas solía conocerse como “el abrazo del oso” o el “pan para hoy, hambre para mañana”.

10.2.22

En defensa del borreguismo parlamentario

No entiendo ni comparto el entusiasmo con los diputados díscolos, y mucho menos con las encendidas defensas que reciben estos días sus libérrimos votos. Porque en el borreguismo parlamentario hay algunas virtudes que creo que merecen respeto e, incluso, una modesta defensa. Se trata además de virtudes fundamentales en una democracia que se pretende representativa, aunque no sólo. El voto de los diputados borreguiles tiene las enormes ventajas de la previsibilidad y la responsabilidad que cabe esperar, e incluso exigir, de nuestros partidos políticos. Y, especialmente, de los que votamos.

2.2.22

UuuUuuh… tetas

En esta polémica tampoco se trata de encontrar al temeroso de las tetas para alentarlo a ser valiente, para sacarlo de su zona de confort, como dicen ahora, y hacerlo un hombre, sino de encontrar, señalar y linchar si se tercia al que se atreva a decir una obviedad ya vergonzante. Algo como que las tetas nos dan miedo en rarísimas ocasiones y que lo más habitual es que nos gusten y más bien mucho. Un tipo que vaya por allí, o por aquí, publicitando su gusto por las tetas ya no es gracioso, ni siquiera un poco marrano, sino un baboso extemporáneo, machirulo peligroso, torrentino incluso, soon to be pollavieja y, qué duda cabe, machista potencialmente violento.