En defensa del borreguismo parlamentario
No entiendo ni comparto el entusiasmo con los diputados díscolos, y mucho menos con las encendidas defensas que reciben estos días sus libérrimos votos. Porque en el borreguismo parlamentario hay algunas virtudes que creo que merecen respeto e, incluso, una modesta defensa. Se trata además de virtudes fundamentales en una democracia que se pretende representativa, aunque no sólo. El voto de los diputados borreguiles tiene las enormes ventajas de la previsibilidad y la responsabilidad que cabe esperar, e incluso exigir, de nuestros partidos políticos. Y, especialmente, de los que votamos.