Fascinantes reacciones al documental de Jordan. Que menudo carácter, el tío. Que menudo pronto tenía. Y cómo gritaba. Y qué susceptible y agresivo. Y menudo chulo era. El 6 veces campeón del mundo. El mejor jugador de la historia de la NBA.
¡No seas como Jordan!, nos dicen. Como si pudiésemos elegir. Como si fuese posible ganar tanto con este carácter nuestro tan conciliador y con estas piernas y estos brazos nuestros, tan de filósofo, tan de crítico de sofá. Como si estas virtudes y estos defectos no fuesen una y la misma cosa. Como si lo normal fuese tener de jefe o compañero al mejor del mundo y que encima sea super campechano y amoroso. Cuando esto no pasa ni en el Barça de Messi.
Jordan es un ser extraordinario en un mundo extraordinario. Y un lujo para todos esos compañeros que hoy pueden presumir de anillo mientras lamentan lo mal que les miraba en los entrenamientos. Tener un jefe com Jordan es un privilegio raro. Más habitual es tener de jefe a un tipo con todos los defectos de Jordan y ninguna de ser virtudes, que te apriete sin hacerte mejorar. Y lo más habitual de todo es algo incluso peor. Tener un jefe sin ninguno de sus defectos y ninguna de sus virtudes. Lo normal son los jefes mediocres aparentemente atentos y comprensivos, que escuchan y acompañan, convencidos de encarnar todas las virtudes del líder contemporáneo simplemente porque ni saben lo que quieren ni saben cómo conseguirlo. Lo normal es mucho peor que lo de Jordan.