20.5.20

Matías, su tía

El tuteo es fascista y en esta entrevista se ve el porqué. El periodista, Matías Prats, trata de usted al político, el vicepresidente Iglesias, por el debido y protocolario respeto a lo que el político representa. Es un protocolo que hay que mantener a rajatabla, porque sólo desde la respetuosa distancia que impone el usted puede uno valorar, controlar, ejercer en definitiva la razón crítica. La crítica, lo dijo Benjamin, es una cuestión de distancia correcta. Cuando desaparece esa distancia, la razón crítica no puede sino tornarse razón cínica. Y así responde el cínico Iglesias, que con su unilateral tuteo elimina la distancia democrática entre poderes para reducir al periodista a colega. Sabiendo, claro, que las responsabilidades del colega son muy otras a las de periodista y difícilmente compatibles con ellas. Sabiendo que el periodista tiene la obligación, el deber cívico, de anteponer la verdad a la comodidad del encuentra; de buscar la verdad por mucho que le pese al poder, y con más insistencia, con más impertinencia, cuanto más le pese al poder. Y que el colega, en cambio, debe por lo general conducirse de la forma opuesta, apretando menos cuanto más incomoda; priorizando la cordialidad sobre la verdad. 

Todo esto lo sabe Iglesias, lo sabemos nosotros y lo sabe también el periodista cuando aguanta el pulso y no cede al humillante tuteo. Dado que esto no es anecdótico sino fundamental, dado que esto marca y pervierte el tono, no sólo de la entrevista, sino de las relaciones entre el poder político y el poder cuarto, ¿no debería preguntarle sobre ello? ¿No debería cualquier periodista afearle al vicepresidente este tuteo? ¿Ese intento de sometimiento? ¿Ese cinismo? ¿No debería recordarle que el tuteo es fascista y emplazarlo a comportarse como un demócrata? Y, en caso de no deponer el vicepresidente en su chulesca y antidemocrática actitud, ¿no debería el periodista responder "Matías su tía" y dar por terminada la entrevista? Por respeto a lo que el político representa, claro, que no es el respeto a lo que hace sino lo que debería hacer. Pero, sobre todo, por respeto a sí mismo, a su propia profesión y al deber fundamental de proteger la libertad frente a los abusos de confianza de los poderosos.