17.3.22

Putin, Medvédev y los dos minutos de odio

Ahora que hasta la sanchez ha entendido que para defender Occidente se necesitan armas, quizá sea necesario empezar a recordar que no sólo se necesitan armas. Que Occidente, la civilización, la libertad, la democracia y demás son de esas raras cosas que necesitan de algo más que de la violencia para sobrevivir. Que, como dijo G. K. Chesterton y vinieron a recordarnos Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, las mejores cosas pueden perderse en la victoria. 

No me meto ahora con eso de congelar cuentas y lo de confiscar yates de oligarcas porque ya entiendo que se supone que estamos en guerra y porque cualquiera que se haya hecho rico en un régimen como el putiniano es cuando menos sospechoso. Pero tengo que confesar y confieso que me incomoda y me preocupa ver con qué rapidez y facilidad han actuado nuestros Gobiernos para despojar a la gente de unas propiedades que minutos antes eran legal y legítimamente suyas. Hay aquí una de esas posibles pendientes resbaladizas y me temo que, si no lo dejo dicho ahora, me pase como advierte el poema, que cuando vengan a por mis cuatro rublos ya no quede nadie para defenderme.