10.3.22

Paz entre los pueblos y guerra entre los sexos

Me dirán que no hay que mezclar las cosas, pero es que han sido ellos. Los del feminismo interseccional. Los que un día te venden el feminismo como la radical creencia de que las mujeres son personas, y a la mañana siguiente te lo cobran como si el feminismo fuese un instrumento revolucionario. Un movimiento colectivo y antirracista, de clase trabajadora, anticarcelario y queer. Y estos son los días del año en que se pasa la factura y en los que tantos tienen que comprar caro, carísimo, para no parecer de derechas. 

Hace dos años había que dudar del coronavirus. El año pasado había que aceptar que las mujeres eran las que más lo habían sufrido. Y este año tenemos que tragar también con que son ellas las que más sufren en la guerra. De ahí deducen que lo mejor es que ucranianos y ucranianas entreguen las armas, el país y la libertad a Vladímir Putin. Fue la ministra del asunto, Irene Montero, la que quiso convertir el 8-M y el feminismo entero en un grito contra la resistencia estéril de Ucrania. No yo.