Dicen ahora que quieren volver a casa solas y borrachas. Ya no saben quĂ© menos prometer. Por no ofender, por no imponer, por no coartar la libertad de elecciĂłn de las mujeres de ser quienes ellas quieran ser, las quieren ahora solas y conduciĂ©ndose sin más influencias que las del alcohol. Porque la mujer no tiene que necesitar a nadie. Debe ser un poco más cada dĂa como ese macho tĂłxico de las pelĂculas, que vuelve cada noche, solo y borracho a una casa vacĂa. No debe necesitar, no debe depender, ni de una familia, ni de un novio, ni de una novia, ni de unas amigas ni de nada. De nada más que del Estado. Una mujer libre es una mujer que sĂłlo depende del Estado, el Ăşltimo refugio de los valientes. Porque solas y borrachas es una forma vulgar, vulgarizante, de prometer libertad y seguridad, que son promesas de derechas. Y para no parecer de derechas se rebaja aquĂ la promesa polĂtica, pero tambiĂ©n la promesa social.
Queremos un Estado que nos quiera por igual, serenos o borrachos. Pero eso es algo que ningĂşn buen gobernante dirĂa nunca. Es como decir "mi madre, serena o borracha". Todos sabemos que a una madre hay que quererla a pesar de todo, pero tambiĂ©n sabemos que es mejor una madre serena que una madre borracha. Pero un Estado liberal, aĂşn gobernado por una izquierda que no lo es, no deberĂa pronunciarse sobre si es mejor tener madre y mucho menos sobre si las madres serenas son mejores que las borrachas.
Por eso a este feminismo no cabe preguntarle dĂłnde queda la familia, que protege y acompaña o que espera y se preocupa, y que riñe pero cuida o riñe porque cuida a la hija si es que vuelve sola y borracha. No cabe preguntar dĂłnde queda aquĂ la sororidad de las que aguantan los pelos de la que bebĂa para no acabar sola. Pero es que ya no cabe preguntar ni por el ligue de una noche, ese si te he visto no me acuerdo que se tenĂa por paradigma de la liberaciĂłn sexual femenina, porque el que paga las copas es ya tan sospechoso como el padre o el marido.
Hasta hace nada, hasta ayer mismo, una mujer volviendo a casa sola y borracha era la viva imagen de la derrota. Ahora es una promesa electoral. Se dirĂa que el feminismo gubernamental ha tenido que rebajar las expectativas para poder cumplirlas. Y hay que reconocer que las cumplirá y que las habrá a montones que, ¡mañana mismo!, vuelvan a casa solas y borrachas. Esta es la triste promesa de quien hace nada las querĂa libres y seguras y que ahora no sabe quĂ© más les puede ofrecer. Y que tantos otros comprarán, por no saber quĂ© más se puede esperar.
Publicado en TheObjective