23.9.20

El indulto que no habrá sido

Habrá aspavientos y tendrán razón, pero no podrá decirse que haya sorpresa. Sánchez ni engaña ni se engaña y esa es una extraña virtud que surge de sus peores defectos, que son los defectos de nuestro tiempo. En un mundo en el que la realidad se niega constantemente, en el que la verdad y la mentira se confunden y se usan de un modo tan grotesco, no son posibles ni el engaño ni la esperanza. Sánchez sabe que el indulto no resuelve nada, porque lo que podía resolverse ya lo resolvieron los jueces y lo que no, tampoco lo resolverán ni él ni la cárcel. Lo sabe Sánchez porque él mismo contribuyó mientras le convino a plantear el problema y su solución en términos tan etéreos e irreconocibles como el fin del nacionalismo, el advenimiento de la paz civil, la reconciliación entre catalanes, el reconocimiento de la pluralidad de nuestra sociedad y un montón de cosas más que sólo verá quien las quiera ver cuando las quiera ver. Nunca podrá saberse a ciencia cierta si el procés ha terminado o si el conflicto sigue instalado en un eterno periodo de latencia. Y ante un problema que no puede resolverse, lo único que cuentan son las voluntades. Intentarlo, que parezca al menos que estamos de parte de las soluciones y no de parte del problema.