1.7.20

Tiempo al tiempo

Dijo Sánchez que le hubiese encantado decretar antes el estado de alarma pero que no le hubiésemos entendido. Encima, no tiene razón. Porque aún sin tener, y justo es reconocerlo, unas orejas como las suyas, la ciudadanía española entendió, demasiado bien y demasiado pronto, todas y cada una de las órdenes y de las mentiras que emanaban de Moncloa. El pueblo ha demostrado ser tan obediente que cabe incluso sospechar que los únicos que se hubiesen enfadado con Sánchez son sus extraños compañeros de cama y sus votantes menguantes, que tenían por esas fechas una fiesta que les hacía muchísima ilusión.