Dice Otegi que hay 250 presos y que habrĂ¡, por lo tanto, 250 homenajes. Lo dice para que dejemos de sorprendernos y escandalizarnos y empecemos, como exigĂa tambiĂ©n otro bildu, a desdramatizar y normalizar el asunto. Porque aquĂ ya sĂ³lo se trata de seguir avanzando en la normalizaciĂ³n.
Pero a mi 250 homenajes me parecen muchos y me temo que, queriendo banalizar el terrorismo, acaben sin quererlo banalizando a sus terroristas.Hay algo aquĂ que no han resuelto y deberĂan, porque la presunta necesidad histĂ³rica y la lucha colectiva en la que amparan el terror se lleva muy mal con el heroĂsmo individual de esos tantos que ahora pretenden celebrar. El PaĂs Vasco corre el riesgo de convertirse en el paĂs con mĂ¡s hĂ©roes por metro cuadrado y asĂ va a ser imposible identificarlos y reconocerlos y tratarlos como merecen. Con tanto hĂ©roe les va a resultar imposible lograr parecer un paĂs normal.
Este empecinamiento en la retĂ³rica de la normalizaciĂ³n es sĂ³lo una forma de dejar claro que su concepto de normalidad se define y se limita por la sumisiĂ³n a lo que ahora llamarĂan su relato. Lo normal serĂ¡ lo que ellos digan y lo normal serĂ¡, por lo tanto, su dominio totalitario. Esta reciente y recurrente insistencia explica y da sentido a su negativa a estrechar la mano de Woody Allen. Woody Allen no es bienvenido a un paĂs empeñado en la plena normalizaciĂ³n porque es alguien que no se cansa de mostrar y recordar hasta quĂ© punto es lo normal imposible. Hasta quĂ© punto es irresoluble el problema humano y por lo tanto polĂtico y hasta quĂ© punto son por lo tanto ridĂculas tanto las pretensiones del terrorista libertador como las del autodenominado hombre de paz empecinado en guiarnos ahora hacia la plena reconciliaciĂ³n.
Cuando le preguntaron sobre el boicot de Bildu, Woody Allen respondiĂ³ que no pensaba “en movimientos polĂticos, sociales. No estoy equipado mentalmente para tener una visiĂ³n profunda de esos conflictos. Yo trato de relaciones humanas, de la gente, de la comedia”. Woody Allen no se mete en polĂtica porque esos son asuntos muy profundos y Ă©l trata de asuntos superficiales. Pero Allen sabe tan bien como Strauss o Arendt que la verdad de los asuntos polĂticos, incluso de los mĂ¡s bestias, estĂ¡ en la superficie. Que no hay profundidad que la mirada superficial de su comedia sobre las relaciones humanas no pueda captar.
Por eso tenĂa que ser Woody Allen quien viniese a mostrarnos lo ridĂculo de esos que ahora pretenden pasar por normales y normalizadores blanqueando el terrorismo en nombre del feminismo y la protecciĂ³n de la infancia. Lo cĂ³mico, cabrĂa incluso decir, de una desorientaciĂ³n moral de nuestra Ă©poca, que es trĂ¡gica y de la que estos presuntos dignos y normales serĂan sĂ³lo algunos de sus mĂ¡s patĂ©ticos representantes.