7.8.19

Woody Allen y los 250 normales

Dice Otegi que hay 250 presos y que habrĂ¡, por lo tanto, 250 homenajes. Lo dice para que dejemos de sorprendernos y escandalizarnos y empecemos, como exigĂ­a tambiĂ©n otro bildu, a desdramatizar y normalizar el asunto. Porque aquĂ­ ya sĂ³lo se trata de seguir avanzando en la normalizaciĂ³n.
Pero a mi 250 homenajes me parecen muchos y me temo que, queriendo banalizar el terrorismo, acaben sin quererlo banalizando a sus terroristas.Hay algo aquĂ­ que no han resuelto y deberĂ­an, porque la presunta necesidad histĂ³rica y la lucha colectiva en la que amparan el terror se lleva muy mal con el heroĂ­smo individual de esos tantos que ahora pretenden celebrar. El PaĂ­s Vasco corre el riesgo de convertirse en el paĂ­s con mĂ¡s hĂ©roes por metro cuadrado y asĂ­ va a ser imposible identificarlos y reconocerlos y tratarlos como merecen. Con tanto hĂ©roe les va a resultar imposible lograr parecer un paĂ­s normal.
Este empecinamiento en la retĂ³rica de la normalizaciĂ³n es sĂ³lo una forma de dejar claro que su concepto de normalidad se define y se limita por la sumisiĂ³n a lo que ahora llamarĂ­an su relato. Lo normal serĂ¡ lo que ellos digan y lo normal serĂ¡, por lo tanto, su dominio totalitario. Esta reciente y recurrente insistencia explica y da sentido a su negativa a estrechar la mano de Woody Allen. Woody Allen no es bienvenido a un paĂ­s empeñado en la plena normalizaciĂ³n porque es alguien que no se cansa de mostrar y recordar hasta quĂ© punto es lo normal imposible. Hasta quĂ© punto es irresoluble el problema humano y por lo tanto polĂ­tico y hasta quĂ© punto son por lo tanto ridĂ­culas tanto las pretensiones del terrorista libertador como las del autodenominado hombre de paz empecinado en guiarnos ahora hacia la plena reconciliaciĂ³n.
Cuando le preguntaron sobre el boicot de Bildu, Woody Allen respondiĂ³ que no pensaba “en movimientos polĂ­ticos, sociales. No estoy equipado mentalmente para tener una visiĂ³n profunda de esos conflictos. Yo trato de relaciones humanas, de la gente, de la comedia”. Woody Allen no se mete en polĂ­tica porque esos son asuntos muy profundos y Ă©l trata de asuntos superficiales. Pero Allen sabe tan bien como Strauss o Arendt que la verdad de los asuntos polĂ­ticos, incluso de los mĂ¡s bestias, estĂ¡ en la superficie. Que no hay profundidad que la mirada superficial de su comedia sobre las relaciones humanas no pueda captar.
Por eso tenĂ­a que ser Woody Allen quien viniese a mostrarnos lo ridĂ­culo de esos que ahora pretenden pasar por normales y normalizadores blanqueando el terrorismo en nombre del feminismo y la protecciĂ³n de la infancia. Lo cĂ³mico, cabrĂ­a incluso decir, de una desorientaciĂ³n moral de nuestra Ă©poca, que es trĂ¡gica y de la que estos presuntos dignos y normales serĂ­an sĂ³lo algunos de sus mĂ¡s patĂ©ticos representantes.