11.9.22

¿La última diada? Nada que lamentar

El president Aragonès no va a la mani de la Asamblea porque ERC no puede compartir el manifiesto.

Es un manifiesto que considera las mesas de diálogo con el Gobierno español y las trifulcas internas en el independentismo. Y Esquerra no puede compartirlo porque Mesa y trifulcas son los dos ejes básicos de su política y el camino hacia una hegemonía política que debería durar lustros.

Esquerra no comparte el manifiesto porque el manifiesto está escrito en su contra. Pero todo el mundo sabe que los manifiestos importan más bien poco, que no los lee nunca nadie y que nadie medio normal podría compartirlos. Siendo muy generosos, casi nunca.

Si Aragonès no va a la mani y ERC manda una "escasa" representación es, simplemente, porque ahora se lo pueden permitir.

Porque Esquerra ya no tiene ninguna necesidad ni ningún incentivo en hacer ver que estas manifestaciones sirven para algo o que ellos se someten a la voluntad del pueblo. O, mejor dicho, porque ya no tiene ninguna necesidad ni ningún interés en seguir fingiendo que esas manifestaciones y esas asociaciones representan al pueblo. Porque ahora mandan ellos. Y, al menos aquí, quien manda elige al pueblo y a sus legítimos representantes.

Esquerra no va a la mani porque sabe, porque siempre supo, que la unidad independentista es necesaria. Ni siquiera importante. La unidad, está dicho por aquí, es sólo la trampa de los poderosos para acallar y someter a los discrepantes. Quien manda decide quién es el que crispa y rompe la unidad y pone en peligro el procés e impide "ensanchar la base". Y ahora mandan ellos.

Esta Diada y estas ausencias rompen la ficción de unidad,. Pero la unidad no existió ni siquiera en los momentos álgidos del procés, donde ni las listas unitarias y los peligros compartidos pudieron disimular las luchas y los repartos partidistas en las entidades soberanistas de la supuesta sociedad civil. Y diría yo que en ese reparto y en esas guerras la Asamblea Nacional Catalana ni es ni fue nunca de Esquerra.

Ahora que manda, Esquerra ya no tiene que someterse a los dictados de la sociedad "civil" ex-convergente. Y la Diada puede volver a ser lo que era antes, aunque con los papeles más o menos invertidos.

Ahora con Esquerra vendiendo seny desde el poder y con los ex-convergentes vendiendo rauxa desde quién sabe dónde. Ahora la Diada puede volver a ser un desfile de distintos partidos, asociaciones, grupos, grupúsculos y, como se dice ahora, distintas sensibilidades. Y acusándose unos a otros de traidores, pragmáticos, maximalistas, vendidos, comprados, tontos del pueblo y demás, en nombre del sueño, siempre compartido, de la futura independencia de Cataluña.

Para completar el retorno a esta vieja y presunta normalidad, Ciudadanos ha vuelto a instalarse en el discurso quejoso y a lamentar que la Diada ya no es de todos, como si lo hubiese sido alguna vez o pudiese llegar a serlo. Y, en lugar de asumir, con resignación o con orgullo (ellos sabrán) que en esta fecha tan señalada ellos, simplemente, no tienen nada que lamentar. Que tampoco ellos tienen nada que lamentar.

Porque es como si ya todo el mundo compartiese el sueño socialista de una pax catalana donde todo se parece mucho a lo que había antes. Pero como un poco más de izquierdas y un poco más dependiente del PSOE. Todo tiene un cierto aire de resignado retorno al status quo ante procés. Pero nunca se vuelve al mismo Brideshead y me temo que aquí todos vuelven un poco más viejos y un poco más cínicos pero no exactamente más sabios, ni más maduros, ni más razonables.

La Diada ya no volverá a ser como la habíamos conocido. Pero si la Diada ha muerto, nadie tendrá nada que lamentar.