31.3.20

25.3.20

Lecciones de una pandemia

Corren por las redes un montĂ³n de introspectivos que aseguran haber descubierto ahora que la sanidad pĂºblica es buena y la derecha es mala. Como ellos, yo tambiĂ©n he aprendido algunas cosas que ya sabĂ­a y que es mi obligaciĂ³n compartir con el mundo.

He aprendido, por ejemplo, que Mad Men es muy probablemente la mejor serie que se haya hecho nunca. Y que Messi es el mejor jugador de la historia.

He aprendido que "good fences make good neighbours".

Que...

donde no llegan las paredes ni la educaciĂ³n tiene que poder llegar la policĂ­a. 

La polĂ­tica es cuestiĂ³n de vida o muerte.

No basta una tragedia para crear un héroe.

Situaciones inesperadas requieren de lĂ­deres bien preparados.

Los problemas globales requieren soluciones locales. El mundo posnacional tendrĂ¡ que esperar.

Los virus no entienden de ideologĂ­a ni de fronteras, pero los polĂ­ticos deberĂ­an.

La verdad importa segĂºn la diga nuestro AgamenĂ³n o su porquero.

Los gobiernos mienten para ocultar su impotencia y su incapacidad. Y los ciudadanos creen para ocultar su miedo y su ignorancia.

Cualquier tarea, por estĂºpida o sencilla que sea, tiende a ocupar todo el tiempo que encuentra disponible.

Los ricos viven en mejores casas de los pobres. Seguro que eso no da la felicidad, pero en ocasiones quizĂ¡s ayude un poco.


En el momento mĂ¡s insospechado puede uno echar de menos un piano o una bici estĂ¡tica.

EstarĂ­a bien saber cocinar un poco.


Incluso en cuarentena, la vida es demasiado corta para pasarla con libros que no sean los mejores.

La nevera hace un ruido espantoso y habrĂ­a que pedir que la mirasen.

Una nevera llena es una mala noticia.

Nunca se encuentra tiempo para hacer lo que no se quiere.

Tanto besuqueo y tanto abracito no podĂ­an traer nada bueno.

Mi vida en cuarentena se parece mucho a mi vida normal e incluso a mi vida ideal. DeberĂ­a aprender a rentabilizarla para poder seguir comiendo cuando esto acabe.

Los documentales de animales son una cosa fascinante.

Cualquier distancia con un desconocido es poca distancia con un desconocido.

La gente no sabe andar por la calle respetando las mĂ­nimas distancias de cortesĂ­a.

La gente es mĂ¡s cerda cuando menos la miran.

La gente es lo peor.

Las crisis sĂ³lo son una oportunidad para quien buscaba una excusa. Para los demĂ¡s son simplemente una putada.

Las crisis no nos hacen mĂ¡s inteligentes ni abiertos. Nos hacen mĂ¡s temerosos y por lo tanto, algo mĂ¡s sectarios e intolerantes. En el mejor de los casos, a unos pocos los harĂ¡ mĂ¡s prudentes.

NingĂºn gobernante puede eludir la fortuna, pero algunos saben tratarla mejor que otros.

En los asuntos de la polĂ­tica, la ciencia es un buen sirviente pero un mal maestro.

Tot ve que cau.

Publicado en TheObjective

19.3.20

NĂ©mesis

Parecen siempre demasiados, pero en realidad han sido pocos quienes se han atrevido a insinuar que esta pandemia es nuestra NĂ©mesis. Que el virus representa alguna forma de justicia divina o poĂ©tica como la representa para tantos, por ejemplo, el cambio climĂ¡tico. La diosa Gaya se venga de nosotros soplando como los tres cerditos y mandĂ¡ndonos virus como harĂ­a la mismĂ­sima diosa NĂ©mesis, esa implacable agente de la justicia que castigaba la Hubris dando su merecido a los arrogantes que osaban desafiar a los dioses. Pero aunque el hombre sensato no haga literatura en los periĂ³dicos ni sea ya capaz de ver dioses en los virus, creo que es todavĂ­a capaz de ver en la situaciĂ³n polĂ­tica actual la hubris (los insolentes prejuicios, la ignorancia, la mendacidad y el narcisismo) propios de nuestra sociedad y de sus dirigentes.
Hubris es, por ejemplo, y como escribĂ­a en estas mismas pĂ¡ginas Javier BorrĂ¡s ArumĂ­, el creer que lo que les pasa a los chinos no nos puede pasar a nosotros, porque somos nosotros. Y hubris parece, aunque quizĂ¡s sea justo su contrario, el ver como se cierra Wuhan y como se cierran la LombardĂ­a y el VĂ©neto y negarse a cerrar Madrid o Cataluña porque España es una y no cincuenta y una. Porque cuando el Presidente dice que el virus no conoce fronteras estĂ¡ usando el patriotismo como Ăºltimo refugio y tratando a los ciudadanos de idiotas. Como es hubris creer y repetir que vamos a vencer al virus como se vence a un enemigo en el campo de batalla, juntitos y sin rechistar porque criticar al gobierno es dar municiĂ³n al enemigo. Como si nos hubiesemos creĂ­do de verdad que el virus tiene twitter y sentido de la justicia (con perspectiva de gĂ©nero, evidentemente).
Y serĂ¡ hubris, pero es comprensible. Como decĂ­a Schmitt, el "protego ergo obligo" es "el cogito ergo sum" del Estado moderno y es por eso que nuestra actual impotencia para "vencer al virus" nos demuestra algo fundamental. Que el miedo es el primer motor de la obediencia. Y que por eso justo ahora nos descubrimos mucho mĂ¡s obedientes de lo que presumimos. Todos hemos visto, es cierto, dos o tres vĂ­deos de un borracho que tosĂ­a encima de la gente y de otro tipo alegre paseando un peluche y ayer mismo el de otro disfrazado de dinousario. Pero los vemos haciendo el tonto solos, en calles vacĂ­as de ciudades fantasmas. Como actores de segunda en un escenario postapocalĂ­ptico. MediterrĂ¡neo y graciosete, pero postapocalĂ­ptico. Y los vemos desde el sofĂ¡ porque los demĂ¡s estamos encerrados en casa. Encerrados con nuestra novia y con el termĂ³metro y los libros y con la creciente certeza y el miedo de ser uno de esos millones de infectados asintomĂ¡ticos de los que hablan las estadĂ­sticas. De los que no mueren pero matan. Y sin saberlo. Encima, sin saberlo.
Porque lo decĂ­a un virĂ³logo y habrĂ¡ que hacerle caso: ya no se trata de protegerse de los demĂ¡s asumiendo que estamos sanos, sino de asumir que estamos infectados y que debemos proteger a los demĂ¡s. El miedo que se extiende aquĂ­ entre los civiles no es el de las guerras tradicionales que el gobierno dice estar luchando. El miedo que aquĂ­ se extiende no es tanto el miedo a morir como el miedo a matar. Y a matar, sin quererlo ni saberlo, no al enemigo sino a nuestros mĂ¡s allegados. Justamente a quienes mĂ¡s querrĂ­amos proteger. Con cada nuevo dĂ­a y cada nueva vĂ­ctima se refuerza el sentimiento de culpabilidad por el simple hecho de estar vivo y de haber bajado a comprar el pan sin saber a cuĂ¡ntos habremos infectado, a cuantos habremos matado por el camino.
Uno esperarĂ­a que una situaciĂ³n tan grave como esta sirviese al menos para acabar con estos discursos vacĂ­os, con todo este bullshit que ha ido extendiendo el podemismo y que cuando debĂ­a llamar al confinamiento todavĂ­a animaba a las mujeres a ir al 8M "porque les va la vida”. DeberĂ­a acabar con estos discursos y con estas irresponsabilidades aunque sĂ³lo fuese por la vergĂ¼enza torera de confrontarlos al fin con la realidad. Pero quĂ© va. Estamos en guerra, nosotros somos el peligro y ellos nunca podrĂ¡n ofrecernos una heroicidad tan barata como la de quedarnos en casa quietecitos. Este confinamiento es sĂ³lo un indicio de lo que pueden llegar a hacer con nuestro miedo.

Publicado en TheObjective

11.3.20

Vox, espejito

A estas alturas, creo que los de Vox son los Ăºnicos que han pedido perdĂ³n. Por la cuenta que les trae. No son mĂ¡s culpables que los otros, pero quizĂ¡s lo paguen mĂ¡s caro. Porque tenĂ­an este 8M una oportunidad de esas que ahora llaman histĂ³ricas para denunciar la obcecaciĂ³n feminista, el uso polĂ­tico, partidista, irresponsable, que se hace de la violencia de gĂ©nero y, sobre todo, para presumir de su soledad en este tema. Una soledad que no es siempre serena y responsable, pero que podrĂ­a haberlo sido este 8M. Porque tenĂ­an las razones de siempre para no ir a las manifestaciones. Pero tenĂ­an, ademĂ¡s, la razĂ³n del estadista que nos falta, la razĂ³n del polĂ­tico serio y responsable, y que es una razĂ³n a la que muchos pueden ser sensibles estos dĂ­as, que es la de la salud pĂºblica. La de anteponer el interĂ©s comĂºn al sectarismo partidista e ideolĂ³gico. AhĂ­ es nada, pero al menos por un dĂ­a podrĂ­an haber sido el Ăºnico partido responsable de este paĂ­s.
Todos los otros partidos se plegaron como cada año a la presunta voluntad popular y acataron y tragaron con las servidumbres del dĂ­a por no incomodar. Por no dejar atrĂ¡s a las mujeres y sus votos. Incluso los otros partidos de la derecha, que tragan con mĂ¡s o menos muecas pero tragan con causas mĂ¡s que dudosas y lemas contrarios a la razĂ³n y al ideario, convencidos que no ganan nada quedĂ¡ndose en casa. Pocas veces parecerĂ¡n estas convicciones y estas derechas tan cobardes y pocas veces estarĂ¡ tan claro que esta cobardĂ­a tiene un precio, y no sĂ³lo electoral.
Pero tampoco el domingo estaban en eso, sino en Vistalegre. Abrazando a los suyos y presumiendo como los otros de haber vencido al virus. Por eso se reĂ­an ayer de Ortega Smith, caĂ­do por España. Pero no deberĂ­an. No sĂ³lo por caridad cristiana. Ni siquiera por un mĂ­nimo de vergĂ¼enza torera. Sino porque el comunicado de Vox, como el partido mismo, es el espejo al que acuden todos a verse mĂ¡s guapos y en el que sĂ³lo reflejan sus propias vergĂ¼enzas.

Publicado en TheObjective

4.3.20

Solas y borrachas

Dicen ahora que quieren volver a casa solas y borrachas. Ya no saben quĂ© menos prometer. Por no ofender, por no imponer, por no coartar la libertad de elecciĂ³n de las mujeres de ser quienes ellas quieran ser, las quieren ahora solas y conduciĂ©ndose sin mĂ¡s influencias que las del alcohol. Porque la mujer no tiene que necesitar a nadie. Debe ser un poco mĂ¡s cada dĂ­a como ese macho tĂ³xico de las pelĂ­culas, que vuelve cada noche, solo y borracho a una casa vacĂ­a. No debe necesitar, no debe depender, ni de una familia, ni de un novio, ni de una novia, ni de unas amigas ni de nada. De nada mĂ¡s que del Estado. Una mujer libre es una mujer que sĂ³lo depende del Estado, el Ăºltimo refugio de los valientes. Porque solas y borrachas es una forma vulgar, vulgarizante, de prometer libertad y seguridad, que son promesas de derechas. Y para no parecer de derechas se rebaja aquĂ­ la promesa polĂ­tica, pero tambiĂ©n la promesa social.
Queremos un Estado que nos quiera por igual, serenos o borrachos. Pero eso es algo que ningĂºn buen gobernante dirĂ­a nunca. Es como decir "mi madre, serena o borracha". Todos sabemos que a una madre hay que quererla a pesar de todo, pero tambiĂ©n sabemos que es mejor una madre serena que una madre borracha. Pero un Estado liberal, aĂºn gobernado por una izquierda que no lo es, no deberĂ­a pronunciarse sobre si es mejor tener madre y mucho menos sobre si las madres serenas son mejores que las borrachas.
Por eso a este feminismo no cabe preguntarle dĂ³nde queda la familia, que protege y acompaña o que espera y se preocupa, y que riñe pero cuida o riñe porque cuida a la hija si es que vuelve sola y borracha. No cabe preguntar dĂ³nde queda aquĂ­ la sororidad de las que aguantan los pelos de la que bebĂ­a para no acabar sola. Pero es que ya no cabe preguntar ni por el ligue de una noche, ese si te he visto no me acuerdo que se tenĂ­a por paradigma de la liberaciĂ³n sexual femenina, porque el que paga las copas es ya tan sospechoso como el padre o el marido.
Hasta hace nada, hasta ayer mismo, una mujer volviendo a casa sola y borracha era la viva imagen de la derrota. Ahora es una promesa electoral. Se dirĂ­a que el feminismo gubernamental ha tenido que rebajar las expectativas para poder cumplirlas. Y hay que reconocer que las cumplirĂ¡ y que las habrĂ¡ a montones que, ¡mañana mismo!, vuelvan a casa solas y borrachas. Esta es la triste promesa de quien hace nada las querĂ­a libres y seguras y que ahora no sabe quĂ© mĂ¡s les puede ofrecer. Y que tantos otros comprarĂ¡n, por no saber quĂ© mĂ¡s se puede esperar.

Publicado en TheObjective