30.9.20

Prefiero el apocalipsis

Nos lo tenía dicho ya el presidente pero ha tenido que recordárnoslo Castells, porque se ve que no estamos a lo que estamos. Que el mundo se acaba, dicen. El mundo como lo conocemos, el nuestro, al menos. Lo sabrá Castells, que es sabio y es gobierno y que es, por cierto inusitadamente honesto. Hace nada, hasta que entró el gobierno del cambio y trajo con él la democracia a nuestro país, cuando a uno le pillaba el apocalipsis en el gobierno intentaba disimular. Porque hay cosas que son imperdonables, aun cuando parecen accidentes, y cabe suponer que el apocalipsis es una de ellas. Pero estos optimistas están tan acostumbrados a tomar el perdón por permiso que anuncian con toda la alegría el fin del mundo porque creen que eso los autoriza a crear uno nuevo y un poco más a su gusto. Porque saben que sólo convenciéndonos de que nos enfrentamos a una crisis sin precedentes les daremos, acojonados, el permiso para aplicar todas las medidas que quieran aplicar. Deben convencernos de que esta vez no funcionarían las cosas que hasta ahora siempre han funcionado y que parecen muy de derechas y que ahora son necesarias medidas del todo innovadoras y sin precedentes, que en realidad se parecen sospechosamente a las medidas, de antiguo fracasadas, de sus antiguos y fracasados referentes ideológicos.

23.9.20

El indulto que no habrá sido

Habrá aspavientos y tendrán razón, pero no podrá decirse que haya sorpresa. Sánchez ni engaña ni se engaña y esa es una extraña virtud que surge de sus peores defectos, que son los defectos de nuestro tiempo. En un mundo en el que la realidad se niega constantemente, en el que la verdad y la mentira se confunden y se usan de un modo tan grotesco, no son posibles ni el engaño ni la esperanza. Sánchez sabe que el indulto no resuelve nada, porque lo que podía resolverse ya lo resolvieron los jueces y lo que no, tampoco lo resolverán ni él ni la cárcel. Lo sabe Sánchez porque él mismo contribuyó mientras le convino a plantear el problema y su solución en términos tan etéreos e irreconocibles como el fin del nacionalismo, el advenimiento de la paz civil, la reconciliación entre catalanes, el reconocimiento de la pluralidad de nuestra sociedad y un montón de cosas más que sólo verá quien las quiera ver cuando las quiera ver. Nunca podrá saberse a ciencia cierta si el procés ha terminado o si el conflicto sigue instalado en un eterno periodo de latencia. Y ante un problema que no puede resolverse, lo único que cuentan son las voluntades. Intentarlo, que parezca al menos que estamos de parte de las soluciones y no de parte del problema.

9.9.20

La mancha humana

El caso recuerda al de aquél otro, también profesor, también universitario, y también americano, que protagoniza La mancha humana, de Philip Roth. Es, de hecho, la misma historia pero justo la contraria. Él, siendo negro como se era antes, por haber nacido de negros, se hizo pasar por blanco, judío por más señas, por razones evidentes. Son las mismas razones que llevaron a esa profesora, ahora suspendida, a presumir durante años de ser negra cuando, en realidad, es una pobre judía de Kansas. Si la suspenden por esto, ¿por qué la contrataron? Hay despidos que dejan peor al que se queda que al que se va. Hay despidos que son una enmienda a la institución y algunos, incluso, al espíritu de los tiempos.

3.9.20

Equidistancias, las justas

He visto el cartel, pero ni he visto la serie ni he leído el libro ni tengo, por lo tanto, idea alguna de si le hace justicia al uno, a la otra, a los dos o a ninguna. Uno que sí ha visto la serie y que no sólo ha leído el libro sino que lo ha escrito, dice que no, que el cartel es injusto con la serie, con el libro y, creo entender, incluso con la realidad. Que de ahí viene, sobre todo, la indignación de los distantes. Porque la ficción da para lo que da, pero en nuestra realidad la equidistancia es lo peor y si en este país llegase el momento en el que alguien, por despiste, virtud o casualidad, se encontrase a la distancia justa entre dos extremos, haría bien en moverse un poco y lo antes posible para no quedar retratado.