29.12.20

Dijo Diego

Por mucho que lo intentase Évole, Messi no se mete en política. Ni siquiera para ir al Mercadona, que se supone el super de los humildes y currantes, aunque alguna vez haya ido «al super», en genérico, en inclusivo. Pero este procedimiento evasivo tiene sus límites, que son los límites mismos de la inclusión o el relativismo. Y aquí el límite fue Maradona. Preguntado sobre esa jugadora, Dapena, que se sentó de espaldas cuando las demás rendían homenaje a Maradona, Messi separó al autor de la obra para constatar que sobre el Maradona persona hay opiniones distintas y que hay que respetarlas. Pero en realidad no. Es decir, sí que las hay, supongo, pero no hay que respetarlas todas por igual. Si Maradona fue, como dijo esta futbolista rebelde, «un violador, pedófilo, putero y maltratador», (que yo qué sé) entonces no vale decir que la gente tiene opiniones distintas sobre su vida privada. Que sí, que claro que las tienen, pero no valen. Y eso es tan claro para todo el mundo que, aunque muchos han rendido homenaje al futbolista Maradona, y alguno incluso al comunista Maradona, nadie le ha rendido homenaje por violador, por pedófilo o por maltratador. Por putero es más probable, pero tampoco me consta.

23.12.20

Black is black

Estas polémicas sobre el racismo en el fútbol, ondoyantes, que llegan como si nos importase mucho y se van como si nada. He visto que al jugador Cavani amenazan con sancionarlo gravemente por haberle dado las «Gracias, negrito» a un amigo suyo, presunto negro. Y he recordado que hace nada, un par de semanas a lo sumo, se paró un partido de Champions cuando un cuarto árbitro indicó que había que sancionar al negro. Parece ser que el negro lo oyó y montó en cólera, exigiendo explicaciones sobre por qué se referían a él como negro y provocando la reacción airada de los jugadores de ambos equipos, que se negaron a seguir con el encuentro.

2.12.20

Pongamos que hablaban de Madrid

Seguro que esa repentina manía que le ha entrado a Esquerra con la armonización fiscal es otra de sus jugadas maestras, y quizás la definitiva, porque parecería que le están haciendo el trabajo sucio a Vox. Parecerá contradictorio que un partido independentista esté de golpe tan interesado en recentralizar competencias y en unificar políticas, pero es una contradicción demasiado evidente como para perder el tiempo en ella. Porque, evidentemente, esto no va de que a Esquerra le haya entrado de golpe la preocupación por esa España que se vacía por la fuerza de la irresistible atracción de la libertad, el cosmopolitismo y las porras del desayuno madrileño. De eso ya se preocuparán quienes ahora se ríen de Teruel por decir que existe.

27.11.20

25.11.20

La risa de la vicepresidenta Harris

¡Cómo reía Kamala! El humorista Colbert le preguntó sobre cómo era posible que después de sus graves acusaciones contra Biden ahora estuviese tan encantada de ser su segunda. Y ella, que hasta entonces había estado muy seria, casi presidenciable, tomó aire y estalló en una sonora y forzada carcajada: «¡It was a debate!», repetía. «¡It was a debate!». Era un debate, es verdad. Pero ¿dónde está el chiste? ¿de qué se reía Harris? ¿de la ingenuidad de Colbert? ¿De que no supiese de qué va esto de la política?

5.11.20

PPPero...

Romper con Vox le tenía que servir al PP para defender sin tantos complejos sus propios valores y principios, mucho más moderados, mucho más centrados y muchos más razonables, seguro, que los de la derecha desacomplejada. Le tenía que servir al PP para que sacar empaque, digamos, frente a quienes les acusan de tibios a su derecha y a quienes les acusan, a su izquierda, de haber salido muy mal en la foto de Colón. Pero toda estrategia basada en quedar bien con el rival está condenada al fracaso. Incluso, sí, en estos tiempos pandémicos, que hace tiempo que hacen muy pero que muy urgente la unidad nacional, aunque sólo fuese para quedar bien ante el buen samaritano europeo.

29.10.20

No se metan en política

Nos suena la situación y nos suenan las excusas, las proclamas, los excesos, el tono y las medidas. Nos suena ya todo y todo nos lleva a pensar que volvemos a empezar, que volvemos a estar como hace unos meses. Pero no deberíamos dejarnos vencer por el optimismo. Estamos mucho peor de lo que estábamos. Entonces podían prometernos que venceríamos al virus y que quien canta los males espanta, pero ahora los adultos insultan al virus para no crispar (porque crispar y polarizar es lo peor) y ya ni siquiera los niños pueden tomarse al virus en broma o al gobierno en serio.

22.10.20

7.10.20

Un género de violencia

Por fin celebraban los parlamentarios catalanes un gran logro; ya tienen baños paritarios. Los hay que ni se hablan pero que parecían encantados de poder mear juntos. Y como la política catalana nos da tan pocas alegrías, las que da resultan sospechosas. Porque tengo por sabido que los hombres son un poco sucios y que las mujeres tenían, hasta ahora, el raro privilegio de poder usar sus baños, limpios y segregados. Y también es mala pata que la justicia social que tanto ansían nuestras izquierdas parlamentarias empieza justo por donde perjudica a la mujer.

30.9.20

Prefiero el apocalipsis

Nos lo tenía dicho ya el presidente pero ha tenido que recordárnoslo Castells, porque se ve que no estamos a lo que estamos. Que el mundo se acaba, dicen. El mundo como lo conocemos, el nuestro, al menos. Lo sabrá Castells, que es sabio y es gobierno y que es, por cierto inusitadamente honesto. Hace nada, hasta que entró el gobierno del cambio y trajo con él la democracia a nuestro país, cuando a uno le pillaba el apocalipsis en el gobierno intentaba disimular. Porque hay cosas que son imperdonables, aun cuando parecen accidentes, y cabe suponer que el apocalipsis es una de ellas. Pero estos optimistas están tan acostumbrados a tomar el perdón por permiso que anuncian con toda la alegría el fin del mundo porque creen que eso los autoriza a crear uno nuevo y un poco más a su gusto. Porque saben que sólo convenciéndonos de que nos enfrentamos a una crisis sin precedentes les daremos, acojonados, el permiso para aplicar todas las medidas que quieran aplicar. Deben convencernos de que esta vez no funcionarían las cosas que hasta ahora siempre han funcionado y que parecen muy de derechas y que ahora son necesarias medidas del todo innovadoras y sin precedentes, que en realidad se parecen sospechosamente a las medidas, de antiguo fracasadas, de sus antiguos y fracasados referentes ideológicos.

23.9.20

El indulto que no habrá sido

Habrá aspavientos y tendrán razón, pero no podrá decirse que haya sorpresa. Sánchez ni engaña ni se engaña y esa es una extraña virtud que surge de sus peores defectos, que son los defectos de nuestro tiempo. En un mundo en el que la realidad se niega constantemente, en el que la verdad y la mentira se confunden y se usan de un modo tan grotesco, no son posibles ni el engaño ni la esperanza. Sánchez sabe que el indulto no resuelve nada, porque lo que podía resolverse ya lo resolvieron los jueces y lo que no, tampoco lo resolverán ni él ni la cárcel. Lo sabe Sánchez porque él mismo contribuyó mientras le convino a plantear el problema y su solución en términos tan etéreos e irreconocibles como el fin del nacionalismo, el advenimiento de la paz civil, la reconciliación entre catalanes, el reconocimiento de la pluralidad de nuestra sociedad y un montón de cosas más que sólo verá quien las quiera ver cuando las quiera ver. Nunca podrá saberse a ciencia cierta si el procés ha terminado o si el conflicto sigue instalado en un eterno periodo de latencia. Y ante un problema que no puede resolverse, lo único que cuentan son las voluntades. Intentarlo, que parezca al menos que estamos de parte de las soluciones y no de parte del problema.

9.9.20

La mancha humana

El caso recuerda al de aquél otro, también profesor, también universitario, y también americano, que protagoniza La mancha humana, de Philip Roth. Es, de hecho, la misma historia pero justo la contraria. Él, siendo negro como se era antes, por haber nacido de negros, se hizo pasar por blanco, judío por más señas, por razones evidentes. Son las mismas razones que llevaron a esa profesora, ahora suspendida, a presumir durante años de ser negra cuando, en realidad, es una pobre judía de Kansas. Si la suspenden por esto, ¿por qué la contrataron? Hay despidos que dejan peor al que se queda que al que se va. Hay despidos que son una enmienda a la institución y algunos, incluso, al espíritu de los tiempos.

3.9.20

Equidistancias, las justas

He visto el cartel, pero ni he visto la serie ni he leído el libro ni tengo, por lo tanto, idea alguna de si le hace justicia al uno, a la otra, a los dos o a ninguna. Uno que sí ha visto la serie y que no sólo ha leído el libro sino que lo ha escrito, dice que no, que el cartel es injusto con la serie, con el libro y, creo entender, incluso con la realidad. Que de ahí viene, sobre todo, la indignación de los distantes. Porque la ficción da para lo que da, pero en nuestra realidad la equidistancia es lo peor y si en este país llegase el momento en el que alguien, por despiste, virtud o casualidad, se encontrase a la distancia justa entre dos extremos, haría bien en moverse un poco y lo antes posible para no quedar retratado.

19.8.20

Mecachis party

Cayetana acabará en Vox. Lo dice una pija madrileña, muy cuca, que se sienta en la mesa de al lado en un bonito hotel ampurdanés y que pasea como un estandarte su mascarilla con la bandera de España para tener algo que contar a la vuelta si alguien la mira mal. Cayetana es muy radical. Va provocando. Los cayetanos saben que no tiene razón. Que nada hay más alejado de Vox que el discurso de Álvarez de Toledo y que basta con escucharla un par de minutos, en cualquier intervención cogida al azar, para darse cuenta de ello.


15.8.20

Maskerada

Aquesta campanya de la Generalitat ho té tot. És la culminació d'una manera de fer i d'entendre la política. El punt més alt i, a la vegada, el més baix. La mort d'una idea de país, de política i de llibertat.  
Tot comença amb un noi, fill de la immersió lingüística, educat en un institut públic de Girona, que se'n fot del català perquè se'n fot de la profe, o al revés. Tot comença amb una parodia de l'autoritat; "amb el somriure, la revolta"; amb "la revolució dels somriures". El noi se'n fot de la professora, i enfotent-se'n d'ella i del seu poder se'n fot de la immersió lingüística, del projecte de país que, encara ara i potser més que mai, perquè ja no queda gaire més, fa seu el govern de la Generalitat, i del poder que aquesta representa. El noi penja la paròdia a Tiktok, es fa viral i els parodiats el contracten per convertir-lo en un bufó més de la cort. 
Justament ara, quan la Generalitat ha demostrat la seva incapacitat per fer un ús millor, exemplar, ni tan sols diferencial, de les seves competències i del seu poder. Ara, que per intentar dissimular el seu fracàs ha decidit posar tots els seus esforços i tot el seu poder en la prohibició més inútil de les coses més variades. Ara que ha demostrat que no sap què fer amb el seu poder, amb les competències fonamentals com són l'educació, la sanitat i la seguretat. 
És la metàfora perfecta. Un departament com és el de Joventut i que, en el millor dels casos, hauria de preocupar-se per facilitar als joves l'emancipació, el futur i la llibertat, els contracta per pintar les mascaretes que els obliga a posar-se una mica perquè sí i una mica per demostrar que aquí manen ells. Els posa a pintar el morrió en nom de la llibertat d'expressió. 
 La Generalitat actua com un monitor d'esplai mentre Catalunya crema i tracta al mateix temps de reprimir i d'infantilitzar la societat per fer-la més dòcil, obedient i oblidadissa. El govern que presumeix de rebel posa els joves que es rebel·len de debò, per instint, per un menyspreu natural del poder i sense presumir-ne tant, a decorar les mascaretes de la mateixa manera que altres poders, molt menys rebels i molt menys presumits, els posarien a pintar les cadenes o a decorar les parets de la cel·la.

12.8.20

Que gane el campeón

No descubrimos nada si decimos que las grandes marcas, como Nike, ya no anuncian una marca o un producto sino una forma de vivir, de ser y de pensar. Una ideología. Y que el éxito de la estrategia es tal que ni siquiera Jordan se atrevería a recordarles que también los republicanos compran zapatillas. Porque todos sabemos que los republicanos seguirán comprando zapatillas por muy progres que se pongan los fabricantes. Todo la gracia del anuncio está ahora en descubrir en qué consiste esa ideología progre con la que Nike pretende que asociemos su marca. Y la sorpresa, siempre muy relativa, es descubrir que se trata de una amalgama de causas con muy buena prensa pero sin ninguna coherencia o dirección.


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5.8.20

Inoportuno oportunismo

De todas las alegres indignaciones de estos días, las más tristes e hipócritas son las del “espacio convergente”, como les llama la rufianada. Es una alegría forzada, de pagliaccio, de quien se ha visto obligado por las circunstancias y por sus propios complejos a abrazar un republicanismo sin sustancia y que ahora les arrastra a luchar otra batalla estéril en nombre de sus adversarios. Es la alegría de quien se dejó convencer que el nacionalismo era un atraso y una vergüenza y de derechas y que las derechas eran malas. La alegría de los que se pusieron muy serios a buscar razones que justificasen la independencia de la Comunidad Autónoma catalana sin apelar a ninguna razón que les fuese propia y que, con la ayuda de Esquerra y Podemos, encontraron las excusas de la justicia social, de las pensiones, de las leyes de dependencia, los helados de postre y hasta del republicanismo. Se contentaron con hacerse republicanos porque hacerse de Esquerra todavía no era necesario, y todas las excusas que encontraron para hacer la independencia se les imponen ahora como excusas para no hacerla. 

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22.7.20

La hoguera de las vanidades

De Junqueras se decía que era el que mejor estaba en la cárcel. Que había encontrado un cierto confort místico en ella. En el lenguaje nietzscheano de aquellos a los que a-buenas-horas-mangas-verdes llaman hiperventilados, Junqueras representa la moral del esclavo que se entregó orgulloso al martirio de la justicia española mientras sus más valientes compañeros seguían de lucha por Europa. El junquerismo es amor, se decía, a sí mismo. Y lo volvió a decir en la entrevista, esperpéntica, verdaderamente vergonzosa, que concedió a TV3. Cuando Sanchis le preguntó si eso no era un poco de risa –aquí estuvo bien– respondió que del amor y de Shakespeare y de Dante y de Petrarca no se reía nadie en su presencia. Cuando Sanchis trató de advertirle de que no se reían del amor ni del bardo sino de él ya era tarde. El hinchado flotaba entre los grandes de la literatura y no volvió a aterrizar en toda la noche. Al terminar, a nadie le quedaban ganas de reírse. Porque este hombre está llamado, por su ego, su dios, su pueblo, sus líderes de opinión y sus compañeros de módulo a ser el líder que Cataluña necesita. Y él parece más que dispuesto a escuchar la llamada. Esto no es serio, pero tampoco es para reírse.

2.7.20

Morir de rodillas

Your are not here to verify,
Instruct yourself, or inform curiosity
Or carry report. You are here to kneel
Where prayer has been valid.

T.S.Eliot. Four quartets

Hay gente que quiere ver arder el mundo, pero la mayoría sólo aspira a sentirse bien haciendo el mal. Se pasa la vida buscando buenas excusas y cuando las encuentra es capaz de robar, matar, quemar ciudades y civilizaciones y de hacerlo feliz y orgullosa, sin dudas ni remordimientos, porque, como dicen los niños, “empezaron ellos". Lo hemos visto estos días, lo habíamos visto mil veces y lo veremos mil más.

Cuando los más altos ideales se mezclan con las más bajas pasiones, lo normal sería usar la razón de la fuerza con los nihilistas y la fuerza de la razón con los justicieros. Pero lo normal es cada vez más raro y lo habitual viene siendo callar y esperar a que amaine la tormenta. Nos averguenza defendernos porque desconfiamos de nuestra razón. Porque sabemos, con Benjamin, que todo documento de civilización es un documento de barbarie pero, sobre todo, porque olvidamos que no todo documento de barbarie es un documento de civilización. Que la barbarie es la norma y la civilización (la ley y el orden y un par o tres de cosas más) es la excepcion. Que lo normal es la esclavitud y lo raro es que Occidente la aboliese. Por eso añadía Benjamin que hay que leer la historia a contrapelo, que es cuando rasca.

Sólo a contrapelo se entiende que somos unos privilegiados. Y la responsabilidad que implica y el deber de gratitud que conlleva el darse cuenta de los muchos sacrificios que han sido necesarios incluso para el más pequeño de cada uno de nuestros derechos, libertades, lujos y comodidades. La enorme deuda que contraemos con sólo nacer en esta parte del mundo y en este momento de la historia; esto es lo que hace el pasado insoportable haste el punto de emprenderla con las estátuas. El pasado duele porque obliga. 

Sólo mirando la historia a contrapelo podemos entener que si esto vale para nosotros, ciudadanos blancos y acomodados del s.XXI, hijos y nietos de dos guerras mundiales, una guerra civil, dictadura, hambre, exilio y etc, ¿por qué no iba a valer igualmente para los nietos de la esclavitud? Sólo así se entiende hasta qué punto es delirante el discurso de esa activista que decía tener derecho a quemar el país entero porque sus abuelos lo construyeron gratis. Este discurso, a medio camino entre el maltratador y el niño pijo es, además, un *overstatment*: no hay nada gratis y a sus abuelos les costó sangre sudor y lágrimas construir lo que ahora queman tan contentos y en su nombre. Confundir aquí valor y precio para reducir a cenizas el trabajo y el sacrificio de tantos hombres es una pijada criminal que a nadie ofende más que a esos esclavos. Porque por sus obras los reconocemos. 

Todo lo que hay que ver está en ese vídeo en el que un hombre negro le pide a una joven y deportista rubia, por favor pero cámara en mano, que se arrodille y muestre el debido respeto a la masa enfurecida que grita Black Live Matters. Ella lo hace sin problemas. Y hay que imaginar a esa mujer feliz. Sólo así podremos entender que esa cámara y esa solicitud le están negando la posibilidad de mostrar el mismo respeto que le exigen. Hasta hace un par o tres de semanas, ese arrodillarse era un gesto contestatario, de rebeldía. Ya no. Ahora forma parte de un ritual pseudo-religioso pensado para exhibir sumisión y arrepentimiento. Ya no puede ser señal de respeto ni aunque se pretenda, porque el respeto sólo es cuando es libre y aquí amenaza el negro, la historia y el mundo entero que vigila. Es la misma imagen que desde el porno más bajo hasta la más alta literatura (como en la *Desgracia* del Nobel Coetzee) nos muestra una civilización abrumada por la culpa, convencida de merecer ser castigada y que se somete deseosa y voluntariamente a la tiranía de la penitencia.

Lo que vemos estos días es, como decía @clorgu, un juicio estalinista: la sentencia está dictada y falta la confesión. Y siendo estalinista, ni es juicio ni lo puede ser. Donde se juzga la historia, la clase o la raza, en realidad no se juzga a nadie. Quién sea o qué haya hecho esa mujer es irrelevante. Es blanca y lo que le toca es humillarse y aceptar su suerte. Al aceptar la sentencia, lo que le toca en suerte es el premio de la inocencia; de no ser juzgada, de no tener que hacerse digna de sus privilegios y de no tener que luchar para preservarlos y extenderlos. En el fondo sabe, como sabía Arendt, que "cuando todos son culpables, nadie lo es; que las confesiones de culpa colectiva son la mejor salvaguarda posible contra los culpables y la auténtica magnitud del crímen la mejor excusa para no hacer nada". 

Es lo que Wilde llamó "la voluptuosidad del autorreproche. Cuando nos culpamos sentimos que nadie más tiene derecho a hacerlo. Es la confesión, no el sacerdote, lo que nos da la absolución". No queremos el juicio porque nos obligaría a asumir la responsabilidad sobre el pasado pero, sobre todo, sobre el futuro. Y eso vale también para quienes insiten estos días en que no hay que juzgar el pasado a la luz del presente, delegando en el futuro el juicio de su presente. ¿No es también este relativismo histórico un tipo de relativismo cultural? ¿Cuándo estuvo bien la esclavitud? ¿Cuándo fue el canibalismo una simple moda gastronómica? ¿Acaso somos nosotros racistas por lo de Minneapolis y los chinos muy ordenados por lo de meter uigures en campos de concentración? Claro que se puede juzgar el pasado a la luz del presente. Y oriente a la luz de occidente. Mejor sería juzgar el presente desde el pasado, o juzgarlo todo sub specie aeternitatis. Lo único que no se puede es juzgar con este maniqueísmo tan infantil que divide la historia y la realidad entre nosotros y los malos y que no soporta ni siquiera entrever la complejidad de los asuntos humanos.

Porque de aquí salen barbaridades como las que defendía otra activista BLM diciendo que negros son inocentes porque toda la violencia la han aprendido de los blancos. Y es mucho peor que falso; es profundamente injusto y terriblemente racista, porque asume que lo normal en el negro es lo peor en el blanco. Que lo normal en el negro es que cuando se enfada queme casas y robe cosas y mate a quien se le ponga por delante. Con amigos como estos, quién necesita enemigos de bronce.

1.7.20

Tiempo al tiempo

Dijo Sánchez que le hubiese encantado decretar antes el estado de alarma pero que no le hubiésemos entendido. Encima, no tiene razón. Porque aún sin tener, y justo es reconocerlo, unas orejas como las suyas, la ciudadanía española entendió, demasiado bien y demasiado pronto, todas y cada una de las órdenes y de las mentiras que emanaban de Moncloa. El pueblo ha demostrado ser tan obediente que cabe incluso sospechar que los únicos que se hubiesen enfadado con Sánchez son sus extraños compañeros de cama y sus votantes menguantes, que tenían por esas fechas una fiesta que les hacía muchísima ilusión.

24.6.20

San Junipero

La pregunta ya no es por qué Churchill o por qué Cervantes o por qué Junipero Serra. Si tienen estatua es porque fueron importantes para construir nuestro mundo y si fueron importantes son culpables y deben pagar por ello. Para el progresista, el pasado no merece ningún homenaje. La pregunta es, entonces, por qué todavía no se han derribado las estatua que a estas horas queden en pie. Por qué no el Che, por qué no Marx, etc. Y la respuesta previsible es que estos son menos culpables porque supuestamente tuvieron menos influencia. Porque conservan, como les gusta decir, su potencial emancipador. El Che vive porque la lucha sigue.

3.6.20

Rufián, Rosell, buena gente

Tres portes tinc a ca meva
obertes a tots els vents:
la que està oberta per tu
l'altra per la bona gent
la que està oberta per tu
l'altra per la bona gent


A Rufián le pareció hace unos días que había que nacionalizar la Nissan. Porque Rufián es buena gente y porque Rufián no tiene el poder para nacionalizar nada, así que no necesita pensar en las consecuencias de sus ocurrencias y puede, encima, culpar al mismo tiempo a Madrid y a la derecha por no hacerle caso. Es el winwin de la indecencia. Pero Rufián no es el único que se conduce y trata de conducirnos a los demás con semejante frivolidad. 


29.5.20

La prudència paga la pena

Aquesta campanya de la Generalitat Valenciana, que sembla de conscienciació contra els accidents de trànsit però és contra el coronavirus. Una proximitat un poc pervsersa, però amb un missatge únic i molt clar: circula amb prudència. No podem circular per tu. Per això els protagonistes són tan joves. En aquest cas, segur que desproporcionadament joves. Perquè és propaganda, no informació. No és tremendista per conscienciar de la situació (a aquestes alçades) sinó per recordar-nos que cap govern pot estar a l'alçada d'un panorama com aquest. Com podem exigir al govern que ens salvi d'un virus que vola i afecta tan cruelment la gent tan jove i sana i forta? No podem. I, per si de cas, aquí tenim el govern per evitar que caiguem en la temptació. Són els mateixos governs que van prohibir el dol els que ara el monopolitzen, perquè qui plora com un nen sembla innocent com un nen. 
Ens demanen que circulem amb prudència, per espolsar-se sobre nostre qualsevol responsabilitat que els pogués quedar. Sigues prudent, ens aconsellen, però la única mostra concreta de prudència que es reclama en aquest vídeo és dur la mascareta pel carrer. Que ja sabem que molesta i que fa mal, però no siguem criatures. I se'ns reclama o, més ben dit, se'ns exigeix, aquesta prudència tan mínima i tan concreta perquè és la més inútil i la més barata de totes. No és com tancar escoles, comerços, empreses, restaurants. Això té un cost i és un cost que també paga el govern, amb els nostres diners, però també amb el seu prestigi. Els contagis en espais oberts, al carrer, són molt rars. I tot el preu d'aquesta mesura de prudència que se'ns demana, tot el preu de portar una mascareta bàsicament inútil quan sortim a passejar, el paguem nosaltres; tot el cost, per dir-ho així, recau sobre la nostra incomoditat. 
El que ens està recordant aquesta campanya és que les mesures efectives són caríssimes i que ja no ens les podem permetre. Que tot el que podem fer ara és deixar de queixar-nos i posar-nos mascareta, perquè s'ha decretat que des de la fase 0 ja som culpables de totes les infeccions que es produeixin. Com amb tota bona campanya publicitària, la Generalitat ens demana prudència esperant guanyar-hi molt més del que hi ha invertit. I en això tenen raó: la prudència paga la pena.

27.5.20

La felicidad obligatoria


La portada única es un insulto. Para empezar, y por su mensaje, a la lógica y a la inteligencia. "Salimos más fuertes" es como decir "Todo irá bien", que es como decir que los que sobrevivan estarán vivos y que los que no se queden en la calle tendrán trabajo. Cuente el Gobierno como cuente, estamos en casi 30.000 muertos oficiales. 30.000 muertos a las espaldas sólo hace más fuerte a un tipo muy concreto de persona.


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21.5.20

Be like Mike, porfaplis

Fascinantes reacciones al documental de Jordan. Que menudo carácter, el tío. Que menudo pronto tenía. Y cómo gritaba. Y qué susceptible y agresivo. Y menudo chulo era. El 6 veces campeón del mundo. El mejor jugador de la historia de la NBA. 
¡No seas como Jordan!, nos dicen. Como si pudiésemos elegir. Como si fuese posible ganar tanto con este carácter nuestro tan conciliador y con estas piernas y estos brazos nuestros, tan de filósofo, tan de crítico de sofá. Como si estas virtudes y estos defectos no fuesen una y la misma cosa. Como si lo normal fuese tener de jefe o compañero al mejor del mundo y que encima sea super campechano y amoroso. Cuando esto no pasa ni en el Barça de Messi. 
Jordan es un ser extraordinario en un mundo extraordinario. Y un lujo para todos esos compañeros que hoy pueden presumir de anillo mientras lamentan lo mal que les miraba en los entrenamientos. Tener un jefe com Jordan es un privilegio raro. Más habitual es tener de jefe a un tipo con todos los defectos de Jordan y ninguna de ser virtudes, que te apriete sin hacerte mejorar. Y lo más habitual de todo es algo incluso peor. Tener un jefe sin ninguno de sus defectos y ninguna de sus virtudes. Lo normal son los jefes mediocres aparentemente atentos y comprensivos, que escuchan y acompañan, convencidos de encarnar todas las virtudes del líder contemporáneo simplemente porque ni saben lo que quieren ni saben cómo conseguirlo. Lo normal es mucho peor que lo de Jordan.

20.5.20

Matías, su tía

El tuteo es fascista y en esta entrevista se ve el porqué. El periodista, Matías Prats, trata de usted al político, el vicepresidente Iglesias, por el debido y protocolario respeto a lo que el político representa. Es un protocolo que hay que mantener a rajatabla, porque sólo desde la respetuosa distancia que impone el usted puede uno valorar, controlar, ejercer en definitiva la razón crítica. La crítica, lo dijo Benjamin, es una cuestión de distancia correcta. Cuando desaparece esa distancia, la razón crítica no puede sino tornarse razón cínica. Y así responde el cínico Iglesias, que con su unilateral tuteo elimina la distancia democrática entre poderes para reducir al periodista a colega. Sabiendo, claro, que las responsabilidades del colega son muy otras a las de periodista y difícilmente compatibles con ellas. Sabiendo que el periodista tiene la obligación, el deber cívico, de anteponer la verdad a la comodidad del encuentra; de buscar la verdad por mucho que le pese al poder, y con más insistencia, con más impertinencia, cuanto más le pese al poder. Y que el colega, en cambio, debe por lo general conducirse de la forma opuesta, apretando menos cuanto más incomoda; priorizando la cordialidad sobre la verdad. 

Todo esto lo sabe Iglesias, lo sabemos nosotros y lo sabe también el periodista cuando aguanta el pulso y no cede al humillante tuteo. Dado que esto no es anecdótico sino fundamental, dado que esto marca y pervierte el tono, no sólo de la entrevista, sino de las relaciones entre el poder político y el poder cuarto, ¿no debería preguntarle sobre ello? ¿No debería cualquier periodista afearle al vicepresidente este tuteo? ¿Ese intento de sometimiento? ¿Ese cinismo? ¿No debería recordarle que el tuteo es fascista y emplazarlo a comportarse como un demócrata? Y, en caso de no deponer el vicepresidente en su chulesca y antidemocrática actitud, ¿no debería el periodista responder "Matías su tía" y dar por terminada la entrevista? Por respeto a lo que el político representa, claro, que no es el respeto a lo que hace sino lo que debería hacer. Pero, sobre todo, por respeto a sí mismo, a su propia profesión y al deber fundamental de proteger la libertad frente a los abusos de confianza de los poderosos.

9.5.20

No es la economía, Inés

Dice Arrimadas que "intentará que la ideología de Podemos no triunfe en lo económico". Y lo repite varias veces, supongo que para dejar claro que ese y no otro es el sentido de su retorno al centro (liberal). Que en unos momentos como estos el presunto partido liberal se centre y se limite en la crítica a las medidas económicas de Podemos es francamente preocupante.
Porque el problema de tener a Podemos en el gobierno no es que sus medidas económicas sean equivocadas sino que muy probablemente ni siquiera lo sean, porque sus medidas económicas son, en realidad, medidas de control social.
Por eso el liberal no puede limitarse a discrepar de las medidas económicas de Podemos como si pudiese salvar todo o parte de lo demás. Como si pudieran discrepar sobre el precio de las macarillas para juntarse después a celebrar el 8M sin que se les measen encima y dijesen que llueve. Porque para Podemos la economía no es “una parte más”, sino la parte fundamental. 
El problema de las medidas económicas de Podemos es, simplemente, que Podemos tiene un problema con la economía que no es, como le gustaría pensar a Arrimadas, un problema técnico y secundario, sinó ideológico y fundamental. Es el problema que tiene con el libre mercado, que no es por mercado sino por libre. Porque pretende, por decirlo en liberal, ser un espacio de libre intercambio y basado en un conocimiento tácito, práctico y colectivo. 
Un conocimiento semejante no es, para ellos, posible más que como ideología impuesta por la clase dominante. Por eso es sospechosa la tradición, por eso es sospechoso el mercado y por eso es sospechosa la libertad (¿para qué?). Porque para Podemos la política es agonística; lucha (de clases) y proyecto de liberación y transformación. Y el conocimiento que se necesita para semejante proyecto no es tácito, ni práctico ni colectivo. Es explícito y está escrito, es teórico y es individual. Es un conocimiento que está en manos de los teóricos que han leído a Marx y a Laclau y han entendido el verdadero sentido de la historia, la naturaleza de la infraestructura económica y que pueden, por lo tanto, dirigir la revolución o como sea que les convenga llamarla ahora. 
El probema de la política económica de Podemos es sólo la consecuencia lógica e inevitable de su problema con la sociedad democrática y liberal y se basa en la falacia de creer, precisamente, que la economía, las estructuras económicas, son anteriores y el verdadero fundamento de las instituciones sociales y del orden político. Y eso es lo más cerca que están del liberalismo. Por eso cuando Arrimadas insiste, en plena consciencia, en centrar su crítica a Podemos en sus “propuestas económicas” no sólo hace una crítica inútil sino contraproducente, porque legitima porque calla la visión dirigista que las acompaña y las fundamenta. Arrimadas se aparta de la batalla ideológica que viene para volver a ocupar el centro liberal. Reduce así el centro al liberalismo y el liberalismo al libre mercado en una operación de propaganda que a lo mejor le sirva pero que es mentira y es peligrosa. Porque ser de centro no es esperar que los demás te hagan el trabajo y porque la batalla que Arrimadas no quiere dar es la batalla que viene y que será fundamental para salvar, incluso, el libre mercado. Ser de centro y ser liberal sólo son lo mismo según se muevan los extremos. Según se muevan, ser liberal y ser de centro son exactamente lo contrario. Y la nada.

7.5.20

A las once en casa

La separación de poderes es una fricción de poderes. Y eso debe valer también para el cuarto poder respecto a todos los otros. Si es que el cuarto también quiere ser efectivamente un poder y no, digamos, un servir. Por eso es tan normal que el periodista critique o vacile al político como que el político vacile o critique (y digo critique y no censure, que nos conocemos) al periodista. Pero hombre, hay ocasiones y hay formas y no está el horno ni está el gobierno como para ponerse gallito con la prensa. Y todavía menos con la europea.
Por eso se equivocó Illa cuando respondió con orgullo de padre a lo que debía responder con inteligencia de gobernante. El periodista holandés había presumido de que en su país había un "desconfinamiento inteligente", como queriendo decir, y le había preguntado al ministro si nunca habían pensado que este modelo podía funcionar para España. Lo que le preguntaba era, básicamente, que por qué no tratan a sus ciudadanos (aunque en demócrata debería decirse conciudadanos, ¿verdad?) como adultos. Y el ministro respondió que sus ciudadanos son los más guapos y los más listos de la clase y que tanto el virus como los mejores profesores europeos les tienen manía. El periodista fue paternalista con el ministro y el ministro lo fue con nosotros y así nos vemos reducidos a pre-adolescentes que lo hacen todo muy bien pero que a las once tienen que estar en casa porque la noche es oscura y alberga horrores.
Somos eternos adolescentes como los de aquella serie de antaño, que ahora da título a la presenta columna y a la presente fase de la nueva excepcionalidad. A las once en casa porque a los adolescentes se les presupone la rebeldía y las ganas de saltarse las normas un poco porque sí y un poco porqué ¿por qué no?. Y se refuerza así el deber de protección y se justifica por lo tanto el liberticidio, que es siempre y como siempre por nuestro bien. A las once en casa porque la libertad del adolescente es siempre, como la nuestra, una libertad condicional. En el adolescente se presupone el confinamiento, entre el colegio y el hogar y las actividades extraescolares y todo lo demás está condicionado a su buen comportamiento. A las once en casa porque aquí ya se presupone el paternalismo de estado. Se presupone que nuestros derechos son un regalo del gobierno y no una protección frente al Estado. A las once en casa porque el arresto es la norma y la libertad es la excepción.
Lo que quería decir el periodista holandés es que en los países libres, donde se trata a los ciudadanos como adultos, se presupone la libertad y la responsabilidad de los ciudadanos y no se anuncian las horas en las que pueden salir sinó las horas y los motivos en las que no (si las hubiese). En los países libres hasta las ruedas de prensa del gobierno son más cortas, porque como nos enseñan los 10 mandamientos, que son solo 10, es más corto anunciar lo que está prohibido que lo que está permitido, precisamente porque la mayoría de las cosas están permitidas y sólo unas pocas, prohibidas. Y en nuestro alarmante estado, en cambio, está prohibido todo salvo lo que diga la prensa que quería decir el gobierno. O, mejor dicho; todo está prohibido menos lo que al momento decida el urbano que te toque en suerte.
Así nos tratan en casa y así presumen de nosotros con los de fuera, con un cariño ejemplarmente paternal. Y no debería ofenderse tanto el ministro Illa, porque si todo lo que este gobierno espera de Europa es que le perdonen los pecados, que le den la paguita y que les salve del peligro del populismo ajeno, lo que espera el gobierno es, exactamente, el paternalismo con el que lo tratan.

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30.4.20

Alguien al volante

Pocos días antes de ser detenido por saltarse el confinamiento, conducir borracho, chocar contra un coche de policía y morder a un agente, el alcalde de Badalona reñía a algunos de sus vecinos, "que se creen que son más espabilados que los demás y que no tienen que cumplir las normas". Y nos explicaba, muy pedagógico, que estas personas no se dan cuenta de que no ponen en riesgo su salud sino la nuestra, la de todos. "Por eso la Guardia Urbana pone cada día actas administrativas, multas". El vídeo no tenía nada de especial. El tono del alcalde es el habitual de estos días y el mensaje, mitad represivo mitad educativo, es en el fondo el mismo mensaje que repiten la práctica totalidad de los políticos del mundo conocido desde hace semanas.
Hasta poco antes de ser detenido, el alcalde estaba haciendo su trabajo y, por lo que parece, lo estaba haciendo bien. Fue descubrir su enfermedad lo que nos hizo descubrir lo grotesco de su mensaje. Porque la debilidad del político refleja la debilidad del sistema justo cuando más fuerte lo queremos. Y si esconder esa debilidad es hipócrita, es una hipocresía que ahora parece más necesaria que nunca. Por eso nos riñen ahora más que nunca; porque más que nunca les pedimos que nos protejan. Por eso se ponen todos serios como padres el día de la entrega de notas, porque cualquier resquicio de comprensión con el díscolo sería sospechoso de debilidad. Miren qué susto se llevaron nuestros políticos y sus voceros cuando vieron a Rajoy, el otrora maricomplejines, saliendo a pasear como si aquí no pasase nada.
Nos hemos reído demasiado de las lecciones de un alcalde alcohólico porque parecía mandarlo el gobierno a demostrar que sí había alguien al volante. Pero es que también el gobierno estando sobrio nos riñe y tampoco él cumple con lo que predica. Es que también a nosotros nos multa una policía a la que han situado en el mismísimo límite de la ley. Es que ya es para todos evidente que nos gobierna una gente que no sabe gobernarse a si misma. Y resulta, además, que eso es lo normal. Porque gobernarse a uno mismo es, muy probablemente, lo más difícil de todo. La tarea de una vida, dirían los antiguos. Por eso deberíamos poder beber antes de poder votar. Por eso deberían poder multarnos, pero no deberían poder reñirnos. Y por eso deberíamos cuidarnos mucho de cuidar demasiado. Pero estas son las lecciones que sólo se recuerdan en el peor momento. Cuando más pedimos al gobierno que nos gobierne y que nos cuide es cuando más evidente se hace que ni es posible ni es deseable.

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22.4.20

Parece una guerra

Esto no es una guerra, pero lo parece. La retórica belicista tiene efectos terriblemente injustos, como los que ya advertía Susan Sontag, tan citada estos días, cuando alertaba de que "el efecto de la imaginería militar en la manera de pensar las enfermedades y la salud está lejos de ser inocuo. Moviliza y describe mucho más de la cuenta y contribuye activamente a estigmatizar a los enfermos". La pretensión de que si nos mantenemos unidos y joviales y cantamos y aplaudimos y hacemos deporte en casa y comemos sanos venceremos al virus sirve tanto para acallar las críticas como para culpabilizar al enfermo. A estas alturas, pero ya desde que empezó el confinamiento y más aún desde que el Gobierno decretó que las mascarillas son útiles si se usan bien, todo enfermo es culpable de su suerte. Por haber salido sin mascarilla, por habérsela puesto mal, por habérsela sacado mal, por haberla usado demasiado, por haberla lavado en frío... El enfermo es culpable. Y el muerto, héroe. Y lo importante es que ambos callan, aunque por motivos distintos, y que en una y otra situación dejan de ser víctimas, aún colaterales, de la negligencia gubernamental. El Gobierno puede apropiarse tranquilamente de la heroicidad ciudadana y puede incluso salvar al irresponsable, y así cada día es menos culpable de los muertos y más responsable de los curados. Poco a poco crece nuestra deuda con el bondadoso líder y poco a poco el porco goberno vuelve a ser la queja, tragicómica, de quienes adjudican a la política unas culpas que no le corresponden.

No es una guerra, pero lo parece. Porque cuando las cosas se ponen feas de verdad, las críticas morales más básicas, más fundamentales y radicales, parece que ya no puedan hacerse honestamente. En tiempos de paz, y bien lo saben en este Gobierno, porque lo habían hecho en muchísimas ocasiones, uno puede llamar asesino a sus gobernantes y ninguna indignación será nunca suficiente para acompañar tamaña acusación. Pero, ¿en tiempos de guerra? En tiempos de guerra llamar asesino al Gobierno es a la vez absurdo y desleal y en tiempos de guerra algo tan terrible como el triaje hospitalario no es sólo una necesidad sino un imperativo moral. Precisamente porque toda vida vale lo mismo, es imperativo sacrificar una vida cuando con ello puedes salvar algunas más. Y aunque valgan igual, ¿cómo criticar que se ponga un precio a la vida humana? ¿Que se calculen los costes y beneficios de reactivar la economía? En momentos como estos, el Gobierno no le pone un precio a la vida; lo descubre. Y descubre y descubrimos con ello su más alta responsabilidad, porque no hay nada peor que vender una vida demasiado barata. Por eso no podemos olvidar que parar la economía también mata. Que la pobreza mata, que la soledad mata, que la depresión mata y que mata también esta desglobalización que nos espera y a la que tantos abrazan ahora como niños a una madre en mitad de la tormenta. El repliegue nacional que viene y que quiere ponernos a plantar aguacates y a fabricar mascarillas también mata. Todas estas políticas tienen un coste en vidas humanas. Y es un coste especialmente alto entre los más pobres de los países más necesitados, precisamente, de globalización. Y aunque a nadie le guste hacer estos cálculos, hay que recordar que también el 8-M también fue un cálculo de vidas y muertes mientras se pudo decir que el machismo mataba más que el virus.

El del 8-M es un cálculo especialmente difícil, porque tiñe de cinismo incluso la única posible defensa que tenía el retraso del Gobierno en decretar medidas de distanciamiento social y el posterior confinamiento: el respeto a las libertades ciudadanas más básicas. Es una defensa que ahora sería chiste, pero que hubiese servido entonces para excusar las inacciones del Gobierno y que serviría ahora para mostrar de qué forma (¿exponencial?) crece la represión en un país democrático: muy lento, primero, y de golpe después. Seguro que hay algún gráfico que lo ilustre, pero ningún gráfico explicará tan bien la deriva totalitaria de este Gobierno como lo ha hecho durante años el propio Pablo Iglesias. Porque Podemos es un partido ideado para provocar y aprovechar las situaciones excepcionales como las presentes para imponer un programa que se ha escrito, filmado y retuitado hasta la náusea. Y por eso es tan peligroso tenerlo en el poder en momentos como estos. Podemos no es un partido totalitario, claro, pero quiere acabar con los medios privados de comunicación. No es totalitario, pero quiere erradicar a una derecha cada vez más extrema y cada vez más extensa de la vida pública de este país. No es totalitario pero quiere el control total de los precios, de las redes y de quienes y cuándo y cómo pueden salir por la calle, salir por la tele, trabajar o recibir una prestación social. No es totalitario, pero todo problema lo soluciona con el mismo y conocido recetario: control de precios, control de movimientos y comunicaciones, tabula rasa del sistema y creación del hombre nuevo (o "reencarnación colectiva de nuestra especie", en palabros del genial ministro Castells).

Esto tampoco se podía saber, y es una pena que el insomne Sánchez lo olvidase tras las elecciones y duerma hoy, plácidamente a su lado, el sueño de los justos. Pero sirve al menos para entender la extensión de la hipocresía, el autoritarismo y, sobre todo, de la mentira sistemática que vemos estos días. Porque la mayor virtud de Sánchez siempre ha sido la de no engañar a nadie. Todo el mundo sabía que pactaría el Gobierno con Podemos y los nacionalistas y todo el mundo sabe ahora que miente cada vez que abre el recetario. Todo el mundo. Hasta su propio Gobierno, porque la función primordial de su mentira no es engañar a la gente sino darle una excusa. Ellos hacen ver que mienten y los suyos hacen ver que les creen para poder seguir votando lo que quieren sin asumir como propias las responsabilidades que en democracia conlleva el voto; las terribles responsabilidades que hoy conlleva su gestión.

No es una guerra, pero lo parece. Y en una guerra, la crítica que merece el Gobierno toma la clásica dimensión del asesinato como una de las nobles artes: la muerte por negligencia ya es mucho más aceptable que la persecución de los bulos. No es una gran noticia, pero puede ser una pequeña esperanza.

16.4.20

Hay expertos y expertos

Son los mismos. Los mismos que en nombre del pueblo llevaban años menospreciando el conocimiento de los técnicos y los expertos, quienes ahora se esconden tras ellos para intentar exculpar su insoportable, ya entiendo que insoportable, responsabilidad. Algunos lo celebrarán como un progreso. Por fin la política escuchará a los expertos y la razón científica guiará nuestras decisiones. Yo no diría tanto.

Yo más bien diría que ahora como antes hay expertos y expertos porque hay verdades y verdades. Y que así hay, por ejemplo, médicos y médicos y economistas y economistas. Los médicos les gustan más si son de la pública que si son de la privada y les gustan más ahora, que sólo curan, que antes, cuando eran abstractos representantes de una medicina moderna, tecnificada y deshumanizada. Entonces pudieron flirtear con la medicina tradicional china y con los antivacunas porque expertos hay muchos, todos dicen cosas distintas y porque por mucho que les pese a las farmacéuticas hay una abuela en un pueblo de Sichuan que tiene 114 años y fuma dos paquetes de Ducados al día. Ahora pueden seguir ignorando a los economistas porque si metes a dos economistas en una habitación tienes dos opiniones distintas excepto si uno de ellos es Lord Keynes, decía Churchill, porque entonces tienes tres. Quizás por eso sea tan socorrido citar a Keynes. Y por eso les gustan tanto las doctrinas económicas de Los hermanos Garzones, tan parecidas a las de esos niños que cuando no tienes dinero te mandan al cajero a sacar unos billetes pero, evidentemente, tan distintas y sofisticadas porque lo que dicen es que si no tienes dinero te mandan al Estado a que te imprima unas monedas. Estas son las verdades que les gustan porque limpian, fijan y dan esplendor a su ideología y porque acusan, reprenden y sentencian a quienes pagan menos de los que querríamos, a quienes suman, restan, cuentan y recortan; en resumen, a la derecha, al mal y al capital. Aman a los economistas cuando nos prometen dinero y los odian cuando recomiendan contención, porque ya dijo San Agustín que los hombres "aman la verdad cuando brilla e ilumina; la odian cuando les gira la espalda, los acusa y reprende".

Y es que tampoco se podía saber, aunque lo escribiese Platón unos 2400 años antes del 8M, que los más reales de nuestros demócratas elegirían entre expertos como los niños eligen entre el cocinero que reparte pasteles y el médico que impone dietas o exige mascarillas y respiradores. El resultado de semejante liderazgo, como suele decirse, le sorprenderá.

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7.4.20

No tienen perdón

Son tan constantes las mentiras y tan grande la incapacidad del gobierno, y son tan bestias e inhumanas sus consecuencias, que la crítica civilizada ya no es heroica sino, probablemente, imposible.
¿Cómo se critica a una Generalitat que recomienda sacar a los abuelos de las residencias porque dónde estarán ellos mejor que en casa y con sus familias? ¿O a un Gobierno que dice que las mascarillas no sirven porque no tiene suficientes? ¿O que presume de haber conseguido que bajen los contagios cuando nunca hemos tenido tests suficientes ni la más remota idea del número de contagiados reales habidos o por haber? ¿Cómo se critica a una gente que decía que el virus no entiende de fronteras pero aseguraba que no se contagiaba entre locales porque no se atrevía a cancelar su fiesta del 8M? ¿O que aprovecha la retórica belicista de la guerra contra el virus para silenciar las preguntas incómodas, censurar las críticas y espiar a los ciudadanos? 
¿Cómo vas a preguntarle a esta gente por qué seguimos encerrados a la fuerza y hasta cuándo debemos seguir así y qué tiene que pasar para que salgamos y qué piensan hacer para que no estemos así otra vez en Octubre? ¿Cómo vas a fiscalizar a un gobierno que es inmune a la crítica porque es inmune a la verdad? ¿Qué explicación puedes exigirle a una gente que a toda auténtica pregunta responde manzanas traigo y en Nueva York también muere gente? ¿Cómo vas a criticarlos siquiera cuando toda su defensa son los recortes del PP, las maldades del capitalismo y los bulos en las redes? Es, simplemente, imposible. 
Por eso empezaron apelando a la unidad patriótica y a la lealtad con el gobierno y por eso, y en un giro imprevisible de los acontecimientos, han acabado apelando a la lucha contra los bulos y las fake news. Porque al menos así estos mendaces con vocación de caudillos tienen al fin un enemigo al que creen poder vencer; la libertad de expresión de quienes osan criticar su magnífica gestión, que parece ser que ha logrado convertirnos ya en el país del mundo con mayor número de muertos por millón de habitantes. Pero su verdadero enemigo no son los bulos. Ni siquiera el virus. Su verdadero enemigo es ahora, como ha sido siempre, esa puta realidad que se resiste a plegarse a sus intereses y prejuicios cuando más lo necesitan. 
Estos mismos mentirosos son los que nos vienen a recordar ahora que la posverdad es un peligro pera la democracia. Y al menos en esto tienen razón. Porque cada vez que ellos fingen dar una respuesta y que nosotros fingimos creérnosla (¿Por miedo? ¿Por lealtad? ¿Por patriotismo?), cada vez que asumimos que hay algo noble en su mentira, que hay algún bien superior que su silencio esta pretendiendo preservar y que la verdad pondría en riesgo, asumimos como propias sus razones y su bullshit y renunciamos, por la tanto, a la mismísima posibilidad de la crítica razonable. 
Eso es lo que nunca debemos perdonarles a estos mentirosos compulsivos: que con sus mentiras y sus silencios, incluso más que con sus amenazas, pretenden que no se les pueda criticar por lo que hacen o por dicen (que podría ser nefasto o ser mentira) sino por lo que pretenden conseguir (que sólo puede ser bueno, y quién se atrevería a pensar lo contrario). Lo que nunca podremos perdonarles es, en definitiva, que en esta situación la única crítica posible, justa y equilibrada, sea el insulto.

31.3.20

25.3.20

Lecciones de una pandemia

Corren por las redes un montón de introspectivos que aseguran haber descubierto ahora que la sanidad pública es buena y la derecha es mala. Como ellos, yo también he aprendido algunas cosas que ya sabía y que es mi obligación compartir con el mundo.

He aprendido, por ejemplo, que Mad Men es muy probablemente la mejor serie que se haya hecho nunca. Y que Messi es el mejor jugador de la historia.

He aprendido que "good fences make good neighbours".

Que...

donde no llegan las paredes ni la educación tiene que poder llegar la policía. 

La política es cuestión de vida o muerte.

No basta una tragedia para crear un héroe.

Situaciones inesperadas requieren de líderes bien preparados.

Los problemas globales requieren soluciones locales. El mundo posnacional tendrá que esperar.

Los virus no entienden de ideología ni de fronteras, pero los políticos deberían.

La verdad importa según la diga nuestro Agamenón o su porquero.

Los gobiernos mienten para ocultar su impotencia y su incapacidad. Y los ciudadanos creen para ocultar su miedo y su ignorancia.

Cualquier tarea, por estúpida o sencilla que sea, tiende a ocupar todo el tiempo que encuentra disponible.

Los ricos viven en mejores casas de los pobres. Seguro que eso no da la felicidad, pero en ocasiones quizás ayude un poco.


En el momento más insospechado puede uno echar de menos un piano o una bici estática.

Estaría bien saber cocinar un poco.


Incluso en cuarentena, la vida es demasiado corta para pasarla con libros que no sean los mejores.

La nevera hace un ruido espantoso y habría que pedir que la mirasen.

Una nevera llena es una mala noticia.

Nunca se encuentra tiempo para hacer lo que no se quiere.

Tanto besuqueo y tanto abracito no podían traer nada bueno.

Mi vida en cuarentena se parece mucho a mi vida normal e incluso a mi vida ideal. Debería aprender a rentabilizarla para poder seguir comiendo cuando esto acabe.

Los documentales de animales son una cosa fascinante.

Cualquier distancia con un desconocido es poca distancia con un desconocido.

La gente no sabe andar por la calle respetando las mínimas distancias de cortesía.

La gente es más cerda cuando menos la miran.

La gente es lo peor.

Las crisis sólo son una oportunidad para quien buscaba una excusa. Para los demás son simplemente una putada.

Las crisis no nos hacen más inteligentes ni abiertos. Nos hacen más temerosos y por lo tanto, algo más sectarios e intolerantes. En el mejor de los casos, a unos pocos los hará más prudentes.

Ningún gobernante puede eludir la fortuna, pero algunos saben tratarla mejor que otros.

En los asuntos de la política, la ciencia es un buen sirviente pero un mal maestro.

Tot ve que cau.

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19.3.20

Némesis

Parecen siempre demasiados, pero en realidad han sido pocos quienes se han atrevido a insinuar que esta pandemia es nuestra Némesis. Que el virus representa alguna forma de justicia divina o poética como la representa para tantos, por ejemplo, el cambio climático. La diosa Gaya se venga de nosotros soplando como los tres cerditos y mandándonos virus como haría la mismísima diosa Némesis, esa implacable agente de la justicia que castigaba la Hubris dando su merecido a los arrogantes que osaban desafiar a los dioses. Pero aunque el hombre sensato no haga literatura en los periódicos ni sea ya capaz de ver dioses en los virus, creo que es todavía capaz de ver en la situación política actual la hubris (los insolentes prejuicios, la ignorancia, la mendacidad y el narcisismo) propios de nuestra sociedad y de sus dirigentes.
Hubris es, por ejemplo, y como escribía en estas mismas páginas Javier Borrás Arumí, el creer que lo que les pasa a los chinos no nos puede pasar a nosotros, porque somos nosotros. Y hubris parece, aunque quizás sea justo su contrario, el ver como se cierra Wuhan y como se cierran la Lombardía y el Véneto y negarse a cerrar Madrid o Cataluña porque España es una y no cincuenta y una. Porque cuando el Presidente dice que el virus no conoce fronteras está usando el patriotismo como último refugio y tratando a los ciudadanos de idiotas. Como es hubris creer y repetir que vamos a vencer al virus como se vence a un enemigo en el campo de batalla, juntitos y sin rechistar porque criticar al gobierno es dar munición al enemigo. Como si nos hubiesemos creído de verdad que el virus tiene twitter y sentido de la justicia (con perspectiva de género, evidentemente).
Y será hubris, pero es comprensible. Como decía Schmitt, el "protego ergo obligo" es "el cogito ergo sum" del Estado moderno y es por eso que nuestra actual impotencia para "vencer al virus" nos demuestra algo fundamental. Que el miedo es el primer motor de la obediencia. Y que por eso justo ahora nos descubrimos mucho más obedientes de lo que presumimos. Todos hemos visto, es cierto, dos o tres vídeos de un borracho que tosía encima de la gente y de otro tipo alegre paseando un peluche y ayer mismo el de otro disfrazado de dinousario. Pero los vemos haciendo el tonto solos, en calles vacías de ciudades fantasmas. Como actores de segunda en un escenario postapocalíptico. Mediterráneo y graciosete, pero postapocalíptico. Y los vemos desde el sofá porque los demás estamos encerrados en casa. Encerrados con nuestra novia y con el termómetro y los libros y con la creciente certeza y el miedo de ser uno de esos millones de infectados asintomáticos de los que hablan las estadísticas. De los que no mueren pero matan. Y sin saberlo. Encima, sin saberlo.
Porque lo decía un virólogo y habrá que hacerle caso: ya no se trata de protegerse de los demás asumiendo que estamos sanos, sino de asumir que estamos infectados y que debemos proteger a los demás. El miedo que se extiende aquí entre los civiles no es el de las guerras tradicionales que el gobierno dice estar luchando. El miedo que aquí se extiende no es tanto el miedo a morir como el miedo a matar. Y a matar, sin quererlo ni saberlo, no al enemigo sino a nuestros más allegados. Justamente a quienes más querríamos proteger. Con cada nuevo día y cada nueva víctima se refuerza el sentimiento de culpabilidad por el simple hecho de estar vivo y de haber bajado a comprar el pan sin saber a cuántos habremos infectado, a cuantos habremos matado por el camino.
Uno esperaría que una situación tan grave como esta sirviese al menos para acabar con estos discursos vacíos, con todo este bullshit que ha ido extendiendo el podemismo y que cuando debía llamar al confinamiento todavía animaba a las mujeres a ir al 8M "porque les va la vida”. Debería acabar con estos discursos y con estas irresponsabilidades aunque sólo fuese por la vergüenza torera de confrontarlos al fin con la realidad. Pero qué va. Estamos en guerra, nosotros somos el peligro y ellos nunca podrán ofrecernos una heroicidad tan barata como la de quedarnos en casa quietecitos. Este confinamiento es sólo un indicio de lo que pueden llegar a hacer con nuestro miedo.

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11.3.20

Vox, espejito

A estas alturas, creo que los de Vox son los únicos que han pedido perdón. Por la cuenta que les trae. No son más culpables que los otros, pero quizás lo paguen más caro. Porque tenían este 8M una oportunidad de esas que ahora llaman históricas para denunciar la obcecación feminista, el uso político, partidista, irresponsable, que se hace de la violencia de género y, sobre todo, para presumir de su soledad en este tema. Una soledad que no es siempre serena y responsable, pero que podría haberlo sido este 8M. Porque tenían las razones de siempre para no ir a las manifestaciones. Pero tenían, además, la razón del estadista que nos falta, la razón del político serio y responsable, y que es una razón a la que muchos pueden ser sensibles estos días, que es la de la salud pública. La de anteponer el interés común al sectarismo partidista e ideológico. Ahí es nada, pero al menos por un día podrían haber sido el único partido responsable de este país.
Todos los otros partidos se plegaron como cada año a la presunta voluntad popular y acataron y tragaron con las servidumbres del día por no incomodar. Por no dejar atrás a las mujeres y sus votos. Incluso los otros partidos de la derecha, que tragan con más o menos muecas pero tragan con causas más que dudosas y lemas contrarios a la razón y al ideario, convencidos que no ganan nada quedándose en casa. Pocas veces parecerán estas convicciones y estas derechas tan cobardes y pocas veces estará tan claro que esta cobardía tiene un precio, y no sólo electoral.
Pero tampoco el domingo estaban en eso, sino en Vistalegre. Abrazando a los suyos y presumiendo como los otros de haber vencido al virus. Por eso se reían ayer de Ortega Smith, caído por España. Pero no deberían. No sólo por caridad cristiana. Ni siquiera por un mínimo de vergüenza torera. Sino porque el comunicado de Vox, como el partido mismo, es el espejo al que acuden todos a verse más guapos y en el que sólo reflejan sus propias vergüenzas.

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4.3.20

Solas y borrachas

Dicen ahora que quieren volver a casa solas y borrachas. Ya no saben qué menos prometer. Por no ofender, por no imponer, por no coartar la libertad de elección de las mujeres de ser quienes ellas quieran ser, las quieren ahora solas y conduciéndose sin más influencias que las del alcohol. Porque la mujer no tiene que necesitar a nadie. Debe ser un poco más cada día como ese macho tóxico de las películas, que vuelve cada noche, solo y borracho a una casa vacía. No debe necesitar, no debe depender, ni de una familia, ni de un novio, ni de una novia, ni de unas amigas ni de nada. De nada más que del Estado. Una mujer libre es una mujer que sólo depende del Estado, el último refugio de los valientes. Porque solas y borrachas es una forma vulgar, vulgarizante, de prometer libertad y seguridad, que son promesas de derechas. Y para no parecer de derechas se rebaja aquí la promesa política, pero también la promesa social.
Queremos un Estado que nos quiera por igual, serenos o borrachos. Pero eso es algo que ningún buen gobernante diría nunca. Es como decir "mi madre, serena o borracha". Todos sabemos que a una madre hay que quererla a pesar de todo, pero también sabemos que es mejor una madre serena que una madre borracha. Pero un Estado liberal, aún gobernado por una izquierda que no lo es, no debería pronunciarse sobre si es mejor tener madre y mucho menos sobre si las madres serenas son mejores que las borrachas.
Por eso a este feminismo no cabe preguntarle dónde queda la familia, que protege y acompaña o que espera y se preocupa, y que riñe pero cuida o riñe porque cuida a la hija si es que vuelve sola y borracha. No cabe preguntar dónde queda aquí la sororidad de las que aguantan los pelos de la que bebía para no acabar sola. Pero es que ya no cabe preguntar ni por el ligue de una noche, ese si te he visto no me acuerdo que se tenía por paradigma de la liberación sexual femenina, porque el que paga las copas es ya tan sospechoso como el padre o el marido.
Hasta hace nada, hasta ayer mismo, una mujer volviendo a casa sola y borracha era la viva imagen de la derrota. Ahora es una promesa electoral. Se diría que el feminismo gubernamental ha tenido que rebajar las expectativas para poder cumplirlas. Y hay que reconocer que las cumplirá y que las habrá a montones que, ¡mañana mismo!, vuelvan a casa solas y borrachas. Esta es la triste promesa de quien hace nada las quería libres y seguras y que ahora no sabe qué más les puede ofrecer. Y que tantos otros comprarán, por no saber qué más se puede esperar.

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20.2.20

Crítica de "Las mejores palabras", de Daniel Gamper

El darrer Premi Anagrama d’Assaig és una reflexió sobre la lliure expressió. Així tradueix Gamper el free speech anglosaxó, assenyalant que no és ben bé el mateix que la llibertat d'expressió. La llibertat d’expressió pretén defensar l’expressió d’alguna cosa, com una opinió, una veritat o un sentiment, que cadascú ja té dins seu. En parlar d’expressió lliure, i com explica l’autor, no es tractaria de “protegir un suposat dret individual a dir allò que hom considera que sigui la veritat (…) El que mereix protecció és el dret de la societat sencera a discutir sobre assumptes rellevants, perquè només discutint es pot descobrir la veritat”.

I per a l’exercici d’aquest dret col·lectiu no totes les paraules són igual d’útils ni valen el mateix. Les millors són aquelles que, com deia Aristòtil, reconeixen que “la paraula existeix per manifestar el que és convenient i el que és nociu, així com el que és just i el que és injust”. Aquesta paraula pública troba la millor versió, com a aspiració de la democràcia deliberativa, en una vida parlamentària que, com diu Benedetta Craveri, “sap conjugar la lleugeresa amb la profunditat, l’elegància amb el plaer, la recerca de la veritat amb la tolerància i el respecte a l’opinió aliena”.

Però no totes les “ocasions de la paraula” són equiparables a les pròpies de la vida parlamentària. No sempre es pot aspirar a un discurs que busqui al mateix temps la veritat i la convivència. Ni tan sols en una democràcia. Perquè hi ha institucions, com la família o la universitat, que per la seva pròpia naturalesa es resisteixen a la total democratització i que obliguen, per tant, a prioritzar unes paraules sobre les altres.

Encara que “el feminisme hagi enderrocat l’estricta divisió entre el públic i el privat” i que, per tant, “el llenguatge de la negociació” s’hagi instaurat també dins la família, aquí les millors paraules són encara aquelles que prioritzen la convivència a la veritat. A la vida familiar hi ha silencis que salven i coses que no es diuen o que no s'han de dir gaire sovint. En canvi, a la universitat s’esperaria que es prioritzés la paraula que diu la veritat per sobre de la paraula que cura. Però això ja no és així. La democratització és per naturalesa corrosiva de l’autoritat i per això és cada cop menys estrany veure com a les nostres universitats es reclamen safe spaces o se censuren certes idees per protegir els estudiants de veritats feridores o incòmodes.

La sorpresa amb què veiem créixer la por i la inseguretat dels estudiants a sentir paraules que no siguin les que millor els cuiden ens recorda que, com diu Gamper, “mai arribarem a un acord sobre la naturalesa de les millors paraules”. La vida democràtica consisteix, de fet, a discutir (i potser eternament) sobre aquelles paraules que més i millor diuen la veritat i la justícia. “Conformem-nos —segueix Gamper—, que no és poca cosa, a saber identificar col·lectivament les pitjors que es posen al servei de la dominació”.

El clima a les universitats ens recorda una lliçó molt valuosa: en democràcia, el dret a ser escoltat s'ha de guanyar. Però també ens alerta sobre l’amenaça sempre present del despotisme democràtic, que de vegades s’equipara al “políticament correcte”, perquè ens recorda que el poder de silenciar no és monopoli de la llei o del poder polític. També la societat exerceix de censora, i ho fa amb el convenciment que “la censura és nociva per a la democràcia, excepte en aquells casos en què se censuren missatges que volen destruir la democràcia”. Posant el focus de la reflexió sobre el discurs lliure i sobre les millors paraules, correm el risc d’excusar la censura que es presenti amb la retòrica de la lluita contra qualsevol forma de dominació.

12.2.20

La eutanasia sale carísima

Es fácil imaginar la distopía. Un gobierno que persiga a los viejos que no quieren tomar la píldora, una sociedad que los acuse y los acose por egoístas, unos enfermeros cansados de cuidar moribundos que la administren de noche y en connivencia con la administración, empeñada en reducir costes. Y si de reducir costes se trata, es fácil imaginar una distopía más de tipo marxista, como de lucha de clases donde los pobres trabajadores condenados a acudir a la sanidad pública, siempre más precaria, cada vez con más recortes, mueran antes de tiempo y antes de quererlo y donde, en cambio, quienes puedan pagarse una sanidad privada, siempre codiciosa, empeñada en no dejarnos morir mientras quede un céntimo en el banco, alarguen sus vidas hasta los 150 años que pronto, según dicen, alcanzaremos como si nada. Pero no hace falta imaginar tanto.
El PP acusa a la izquierda de legalizar la eutanasia para reducir costes. Y lo hace, supongo, porque sabe que más allá de la economía comparte en el fondo el argumento liberal de la legalización. Es el argumento de la libertad individual y es el argumento que se basa en medir la democracia a peso, según la cantidad de derechos que garantiza al individuo. El de entender la democracia como poco más, o poco menos, que una progresiva extensión de los derechos sin límite conocido. Es como el derecho al divorcio, les recordaba Asens. Antes no les gustaba y ahora se divorcian como el que más. Y como el derecho al divorcio debe entenderse. Como creía recordar que lo entendió Chesterton, cuando advertía que el problema de la legalización del divorcio no está tanto en las parejas que se divorcian felices y en paz sino en la sombra de provisionalidad que este derecho extiende sobre todas las parejas y sobre todas las relaciones amorosas. Eso mismo, digo, hay que ver también en la legalización de la eutanasia. La sombra que extiende los moribundos; entre los vivos que no quieran morir todavía. ¿Sombra de egoísmo? ¿De cobardía? ¿De una absurda superstición? Una sombra amenazará a quien quiera vivir hasta el último momento, hasta la última experiencia por dolorosa que sea y que tenga que hacerlo a costa del erario público, del sufrimiento de los suyos tanto como del suyo propio.
Y quizás esté bien así. Seguramente esté bien así. Pero es así y no es de otra manera. Porque todo derecho tiene un precio y la libertad sale carísima.

Publicado en TheObjective

10.2.20

31.1.20

Pinpollos

La Consejería de Educación de la Generalitat anunció el verano pasado que los centros públicos catalanes incorporarán la educación sexual a partir de P3. Lo hizo en plena consciencia de que la educación no es mera transmisión de información. Que es, como suelen decir hasta que se les cuestiona, una educación en valores. La educación sexual se desarrollará de formas distintas en distintas etapas y en la primera, en P3, se centrará en la promoción de juegos y juguetes sin distinciones de género. Se trata de incorporar al currículum escolar la campaña de "juguetes no sexistas" de cada Navidad. Y se hace para educar en el valor de la igualdad. De una igualdad muy particular. Que no es igualdad de derechos o igualdad ante la ley, fundamento de la democracia y dogma indiscutible, sino igualdad de deseos, que es un proyecto ideológico, un programa de transformación social y, por lo tanto, algo más discutible. Al menos en una sociedad democrática, que presupone la pluralidad de valores y no sólo de festividades, vestimentas o costumbres gastronómicas.
Para evitar estas discusiones y para evitar a quienes las plantean es muy común defender la libertad y la pluralidad de valores al mismo tiempo que se pretende limitar la discrepancia que esta pluralidad requiere. Se dice, por ejemplo, que aquí se trata de educar a los niños para que respeten los derechos de mujeres, homosexuales o transexuales. Pero se confunde a menudo y deliberadamente este respeto, indiscutible en democracia, con la obligación de adoptar una determinada visión sobre qué deben querer las mujeres para ser consideradas libres o sobre las relaciones afectivas y sobre la naturaleza del deseo y de la identidad sexual. Y es precisamente aquí, donde se busca el equívoco, donde más problemática se vuelve y tiene que volverse la educación sexual, porque no afecta sólo al trato de los demás sino al conocimiento y al cuidado de uno mismo.
Se ve claramente al tratar cuestiones como la homosexualidad o la transexualidad. Y más claramente cuanto más pequeños sean los alumnos a los que se pretenda educar en estos temas. Porque, precisamente porque afectan a la comprensión de la propia sexualidad, pueden generar más dudas de las que resuelven y, sobre todo a ciertas edades, muchas más dudas de las necesarias y convenientes. Es normal y comprensible, diría yo, que los padres impongan aquí un principio de prudencia sobre los educadores. La reacción de estos educadores y de tantos legisladores es, en cambio, la prueba de que conciben su trabajo como un correctivo de la sociedad en general y de los padres en particular. Que si hay que empezar la educación en P3 es porque cuanto antes mejor. Porque a esa edad todavía no han sido corrompidos por los vicios de la sociedad y por los prejuicios y fobias de los padres y conservan esa bondad natural que hace posible una futura sociedad ideal. Una sociedad plenamente igualitaria, sin discriminación ni sufrimiento e incluso sin tolerancia porque ya no quedaría nada que tolerar.
Esto aspiración muestra hasta qué punto se sobrevalora en este debate la influencia del colegio, y particularmente del discurso del profesor, en la formación ética de los alumnos. Porque lo que no entienden muchos educadores, y me temo yo que tampoco muchos de los defensores del pin parental, es que no se educa moralmente a través del discurso sino del ejemplo. De lo que se ve en casa, en la calle, en el aula, en las novelas y en Netflix. Y que ese es el límite del adoctrinamiento. No sufran tanto los padres por el discurso del profe. Y no sufran tanto los educadores por el pin parental ni por las reticencias de algunos padres. El trato, la comprensión, el respeto e incluso la admiración hacia las personas transexuales se entiende mejor, se aprende mejor, en series como Euphoria o POSE que en charlas de profes enrollados que insisten en que todos podemos ser lo que queramos y nadie tiene derecho a juzgarnos. También se entiende mejor su sufrimiento y, en general, lo trágico de crecer, de conocerse a uno mismo y de formarse una identidad. Por eso no son estas series para niños. Porque hay cosas que no pueden enseñarse. Y porque uno tarda y tiene que tardar muchos años, casi una vida entera, en saber lo que quiere y lo que quiere ser.

22.1.20

Una mala hemeroteca

Qué barato les sale a algunos el elogio. Rufián entrevistó a Espada en un programa al que llama La Fábrica y se ha ganado un montón de elogios (¡incluso valiente!) porque ha sido capaz de aguantar un rato quietecito y sin insultar. Lo hizo en twitter, eso sí, advirtiendo a sus seguidores de que no comiesen nada antes de ver la entrevista porque, en fin, vomitarían del asco. Por eso, pero no solo, es una entrevista profundamente deshonesta. Porque se basa en la seguridad de que no hay entendimiento posible. Rufián deja hablar al invitado convencido de que entre los suyos las palabras de Espada sólo pueden provocar la náusea, convencido de que poco a poco, entrevista seria tras entrevista seria, irá dejando atrás la imagen de quinqui de twitter para salir reforzado como hombre de diálogo y tolerante. Y convencido también de que todo eso lo hará sin perder a nadie por el camino; que ningún fiel sale de esa entrevista más espadiano sino, simplemente, un poco más rufián. Se equivoca, pero este es otro tema.

El único momento en el que el entendimiento fue posible, el único en el que Rufián de verdad se la jugó, fue cuando Espada le dijo que el independentismo buscaba un héroe de la retirada. Pensé que saltaría gritando ¡yo, señorita, yo! como el malote de clase cuando por fin trae hechos los deberes, pero se contuvo. Porque Rufián tiene sus ritmos y ahora está labrándose una mala hemeroteca al modo del santo que pedía castidad pero todavía no. Lo advirtió en la sesión de investidura y lo ha repetido en alguna otra ocasión: "Prefiero una mala hemeroteca a dejar de ser útil".

No hizo falta que lo jurase porque nadie lo puso en duda. Y no hizo falta que explicase a qué pretende ser útil porque el qué es ya secundario. De lo que se trata ahora es de pasar por un tipo serio, razonable, dialogante... por un hombre de estado. Y el problema que tiene es que los verdaderos hombres de Estado, aquellos que la historia recuerda como tales, sólo pudieron preferir y prefirieron una mala hemeroteca porque en algún momento la habían querido buena, incluso impoluta. Se sacrificaron por algo más que por su gloria y por eso se hicieron dignos de ella. Lo que hace Rufián al renunciar ahora a una hemeroteca limpia, que tampoco hacia falta, es darse permiso para contradecir su pasado tantas veces como le parezca útil, para faltar a su palabra y a sus principios tantas veces como le haga falta en el futuro. Una mala hemeroteca para un hombre sin Estado.

Publicado en TheObjective

17.1.20

Roger Scruton: un pesimista jovial

Ha muerto Roger Scruton, uno de los más grandes filósofos conservadores británicos. Como Burke, Scruton se descubrió conservador en la revolución francesa, la del 68 en su caso, al ver y escuchar con qué facilidad sus jóvenes amigos jugaban a destruir el sistema democrático y liberal sin tener para que ofrecer a cambio nada más que una vacía retórica marxista. Su conservadurismo surgió “de una intuición que todas las personas maduras pueden compartir sin problemas: la percepción de que las cosas buenas son fáciles de destruir pero no son fáciles de crear”. Una intuición que surge de constatar que las mejores cosas, nos han sido dadas, que por ellas debemos estar agradecidos y que esto impone sobre nosotros el deber de cuidarlas. De proteger lo bello, lo justo y lo verdadero de la corrupción que acecha a todas las cosas humanas. De la corrupción natural, del tiempo, tanto como de la cultural, de los tiempos del nihilismo de la posmodernidad.

Precisamente por ser conservador y por reconocer el deber de implicarse en el cuidado de las cosas buenas, Scruton no fue nunca un filósofo que se limitase a lamentarse por el paso del tiempo sinó alguien que se implicó decididamente a salvar las cosas buenas, bellas y ciertas de su enorme poder destructivo. Así luchó durante años contra el comunismo, arriesgando su libertad para defender la de los demás y educando, él sí para la ciudadanía, a los ciudadanos del otro lado del muro. Y así también y ya en sus últimos tiempos de vida, con menos épica pero con la misma misión, desde su cargo como Presidente de la comisión Building Better, Building Beautiful. Proteger la libertad dando clases en el lado equivocado del muro o ayudar a construir pueblos y edificios donde a la gente le guste vivir parecerá poca cosa a quienes aspiran a construir el cielo sobre la tierra. Pero, a diferencia de ellos, Scruton fue un filósofo convencido de que la filosofía trata sobre la vida cotidiana y que por eso no cayó nunca en la tentación del utopismo. Toda la utopía que se atrevió a idear fue su pequeña Scrutopia, en una casa antigua y en un pueblo pequeño en el que formó una familia, una biblioteca y donde vivió en paz con sus libros, su música y sus caballos. Esta modesta pero noble aspiración a vivir una vida buena, llena de sentido, amor y belleza, es también la base de su patriotismo. Es en el Estado-nación, y concretamente en el Reino Unido, donde encuentra Scruton la libertad que tantos otros prometen pero nunca reconocen. “La libertad real, concreta, que puede definirse y otorgarse y que no es lo opuesto a la obediencia sino su otra cara”. Es por amor a esta libertad concreta, real, creada y protegida por la common law, y por amor a la democracia británica y a sus ciudadanos, de donde surge su desconfianza en las promesas del universalismo, su euroescepticismo y, finalmente, su defensa del Brexit.

Su conservadurismo y su defensa del Brexit le hizo merecedor de la acusación de nostálgico y pesimista. Es, en parte, una acusación justa. Como explicó él mismo, “la nostalgia es un aspecto poco valorado de la condición humana. El libro fundamental de nuestra civilización describe la decisión de Odiseo de renunciar a la inmortalidad y a vivir con una diosa para surcar peligrosos mares de vuelta hacia su hogar. Vivimos en este mundo como desposeídos y alienados. Anhelamos un hogar y tratamos de construirlo. Todo lo yo que defiendo es que debemos seguir haciéndolo, aunque siempre será un hogar distinto”. Además, Scruton creía que el “pesimismo es la postura más sensata porque siempre acabas gratamente sorprendido”. Podemos decir que fue un pesimista jovial, que vivía gratamente sorprendido por las cosas buenas y que no se dejaba sorprender fácilmente por la decepción. Sus conocidos han coincidido estos días en destacar que fue un hombre alegre y afable. Este carácter, esta jovialidad, se veía incluso en el modo de tratar a sus adversarios. “La gente de izquierdas encuentra muy difícil llevarse bien con la gente de derechas porque creen que es malvada. Yo, en cambio, no tengo ningún problema en llevarme bien con la gente de izquierdas porque creo que simplemente está equivocada”. Un conservador como Scruton es alguien que sabe que en el mundo siempre habrá un sitio para él y que su existencia siempre tendrá sentido porque las cosas buenas siempre estarán en peligro de desaparecer y necesitadas de nuestro cuidado. Así pudo dejar dicho, casi a modo de testamento, que “al acercarse a la muerte uno empieza a comprender qué sentido tiene la vida. Y el sentido de la vida es el agradecimiento”.