5.5.23

El trabajo dignifica y el sindicato...

Como el 8M, tambiĆ©n el 1 de mayo se ha convertido una fiesta del Gobierno y de sus organizaciones afines. No hace falta ser muy liberal para ver algo raro en que cada fiesta reivindicativa se convierta en una celebraciĆ³n del Gobierno. Tampoco hace falta ser muy japonĆ©s para ver algo raro en que, en un paĆ­s con un 13% de paro, el DĆ­a del Trabajador se haya convertido en la fiesta del Gobierno y de los sindicatos.

Pero ¿quiĆ©n reivindicarĆ­a hoy al trabajador? ¿QuiĆ©n reivindicarĆ­a hoy el trabajo? AquĆ­ las reivindicaciones son siempre para trabajar menos y cobrar mĆ”s. Menos aƱos cotizados, menos horas a la semana y mĆ”s sueldo y mejores pensiones durante mĆ”s aƱos. ¡Si hasta los jĆ³venes, con esas supuestas ganas de comerse el mundo que tienen, aspiran a ser funcionarios en la doble y doblemente innoble aspiraciĆ³n a un sueldo seguro y una jornada laboral corta, pero tranquila!

Y los que todavĆ­a quieren algo, hacer algo con su vida y con su nombre, estĆ”n a dos o tres cuotas de autĆ³nomos, y a otra de estas reformas consensuadas con las asociaciones afines al Gobierno (como la Ćŗltima de EscrivĆ”), de empezar a verle la gracia a esto de trabajar, lo justo, por cuenta ajena. 

Hay un consenso general y transversal contra el trabajo que en nuestro paƭs, mƔs que de una fatalidad cultural o metafƭsica, seguramente se trate de hacer de la necesidad virtud.

Es un consenso que va desde Yolanda DĆ­az y ErrejĆ³n, que prometen trabajar menos y cobrar mĆ”s, hasta los nuevos tecnooptimistas, que pretenden hacernos creer que con la inteligencia artificial, con el ChatGPT este, se alcanzan asĆ­ finalmente las condiciones materiales para establecer el paraĆ­so comunista soƱado por Marx.

La historia del hombre empezarĆ­a ahora, gracias a la mĆ”quina que, liberĆ”ndonos del trabajo mĆ”s duro e indigno, nos permitirĆ­a jugar a la petanca por la maƱana, tomar el aperitivo al mediodĆ­a, leer alguna novelita por la tarde y cenar en el japonĆ©s de moda a cuenta del inquebrantable sistema pĆŗblico de pensiones.

Es una aspiraciĆ³n, pretendidamente noble, que ya sorprendĆ­a e indignaba a Pla. QuĆØ collons Ć©s aixĆ² de no treballar? ¿QuĆ© cojones es esto de no trabajar? ¿En quĆ© consiste? ¿QuĆ© vida hace? ¿QuĆ© mundo crea? Es decir, ¿quĆ© mundo y quĆ© vida nos estĆ”n proponiendo los polĆ­ticos y los sindicatos?

Es un misterio, pero muy relativo. Basta ver lo que hace la gente cuando se jubila o cuando tiene un domingo por la tarde libre de responsabilidades familiares o cuando se queda unos dĆ­as de vacaciones solo in cittĆ . No sabemos quĆ© hacer con nuestra libertad y es una suerte, me temo, que el trabajo, la obligaciĆ³n, la necesidad de los dineros y de satisfacer algĆŗn que otro vicio, nos ayude a olvidarlo. 

Nadie lo sabe mejor que los sindicalistas. Y de ahĆ­ que sus reivindicaciones vayan siempre en contra del trabajo y a favor de los trabajadores. Es decir, que vayan siempre en contra de la creaciĆ³n de empleo y a favor de quienes ya lo tienen. Quienes ya lo tienen son sus clientes y al menos eso sĆ­ que han entendido y aprendido a valorar del capitalismo: la relaciĆ³n clientelar. Por ahĆ­ van todos sus incentivos.

Por un mercado lo mĆ”s cerrado y en la mayor cantidad de trabajadores pĆŗblicos posibles. Para tener asĆ­ el poder de chantajear al mismo tiempo al Gobierno y a los trabajadores. En un mercado dinĆ”mico y con pleno empleo, los trabajadores no dependerĆ­an de los sindicatos y los sindicatos no podrĆ­an extorsionar al Gobierno.

En esta utopĆ­a sindicalista, ademĆ”s, el Gobierno tiene la capacidad de controlar y empobrecer a la poblaciĆ³n segĆŗn sus necesidades para poder comprar su voto con promesas cada vez mĆ”s baratas.

Si no llega pronto un Gobierno de derechas que saque a los sindicalistas a la calle a hacer sus cositas viviremos pronto en la plƔcida utopƭa de un paƭs sin trabajo ni trabajadores. Pero al fin, y para siempre, en manos de sindicalistas y de partidos obreros.