Apesar de lo evidente de su error, Pedro Sánchez dijo que no echó a Irene Montero del Gobierno tras el fiasco de la ley del 'sà es sÃ' para no poner en riesgo las conquistas sociales de su gobierno. Eso dijo. Y si de verdad existe una izquierda a su izquierda, deberÃa empezar a preguntarle de qué conquistas está hablando. Ya no podrá ser por la ley del 'sà es sÃ', que se cargó él mismo.
Pero conquistas tendrá que haber, y seguro que son muchas y seguras, porque la Semana del Orgullo se ha convertido en una fiesta en la que ya se cuela todo el mundo. Hasta la alcaldesa de Ripoll, que tanto molesta a casi todo el mundo por facha y por independentista, y que ha colgado la bandera LGTBI en la fachada del Ayuntamiento, aunque me parece a mà que para desmentir que sea la Vox catalana y un poquito también para molestar a musulmanes y denunciar la hipocresÃa de los cuperos, que no saldrán ahora a pedir respeto por sus creencias como hicieron con la polémica de la longaniza.
Gays sÃ, pero longaniza no: doble rasero.
Sabe Sánchez que ser verdaderamente de izquierdas está cada vez más difÃcil, y es normal que la prensa afÃn, ese 10% de resistentes a la ola antisanchista y reaccionaria que asola al periodismo patrio, deba conformarse ya con librar pequeñas batallitas y celebrar pequeñas victorias.
Asà libraban estos dÃas una épica contienda contra "la lona del odio" de Vox y han podido festejar por todo lo alto y con gran orgullo que la Junta electoral haya obligado a retirarla por incumplir la ley electoral. Y no por odio, como pretenden, porque este sigue siendo un paÃs libre donde es posible, legal y legÃtimo, criticar a los movimientos comunistas, independentistas y LGTBI.
Y asà se han vuelto ahora contra la atleta Ana Peleteiro, que por aquella extraña ley matemática de la interseccionalidad tenÃa todos los números para ser de izquierdas de verdad, pero que ha acabado siendo una terf de manual. Muy a su pesar, claro. Porque ella tiene muchos amigos y hasta familiares en el colectivo LGTBI.
Pero ha cometido el terrible error de señalar hacia el lÃmite de la igualdad de oportunidades, que es la genética, muy generosa con ella, pero no tanto como con los hombres. "Genéticamente superiores a nosotras", ha llegado a decir ¡en pleno siglo XXI!
La izquierda ha tenido que fingir escándalo y alerta antifascista como si se hablase aquà de dignidad y campos de concentración y no de niveles de testosterona, masa ósea y muscular, y velocidad punta. Como si no se hablase, en definitiva, de todo lo que evidentemente justifica que haya categorÃas masculinas y femeninas en todos los deportes a partir de los doce años.
Peleteiro se niega a cargarse el deporte femenino, a sacrificar su forma de vida al altar de las buenas intenciones del movimiento. Y lo hace olvidando (¡qué rápido olvidan algunas!) el privilegio que tiene ella de ser morena de piel en un deporte que, según cuentan, no es para blancos. Privilegios para mà y no para ti, le tuitean algunos. ¡Doble rasero! Como si fuese cierto que los atletas de color ganan las carreras por tener mejor genética y los hombres por entrenar más. Como si también la biologÃa nos obligase, como hace la prensa progresista, a elegir entre el racismo o la transfobia.