El discurso fue peor. Ese lloriqueo para salvaguardar el honor de su personaje y justificar en su ejemplo las locuras que el amor nos hace hacer. Cuando, en realidad, estas locuras que se hacen por amor, esta violencia que se explica y se justifica y se escuda en el amor, es precisamente lo que su personaje y su pelĂcula no se atreven a explicar, pero no pueden dejar de insinuar.
Se trata de la otra mejilla del valor pedagĂ³gico de la violencia, donde no se aprende sĂ³lo por sufrirla sino por ejercerla. A la pelĂcula le faltaba ese algo y tuvo que venir Will Smith, el actor, a mostrarlo.
El rey Williams, el padre de Venus y Serena, es un hombre que decidiĂ³ tener dos hijas para convertirlas en jugadoras de tenis y hacerse millonario. Y un plan como este y un mĂ©todo como el correspondiente sĂ³lo pueden tener Ă©xito con un nivel de sacrificio y sufrimiento que esas niñas de la pelĂcula, encantadas de pelotear bajo la lluvia a las doce de la noche, no pueden llegar a imaginar.