31.3.22

Will Smith, otro hombre sobreactuado

El discurso fue peor. Ese lloriqueo para salvaguardar el honor de su personaje y justificar en su ejemplo las locuras que el amor nos hace hacer. Cuando, en realidad, estas locuras que se hacen por amor, esta violencia que se explica y se justifica y se escuda en el amor, es precisamente lo que su personaje y su pelĂ­cula no se atreven a explicar, pero no pueden dejar de insinuar. 

Se trata de la otra mejilla del valor pedagĂ³gico de la violencia, donde no se aprende sĂ³lo por sufrirla sino por ejercerla. A la pelĂ­cula le faltaba ese algo y tuvo que venir Will Smith, el actor, a mostrarlo. El rey Williams, el padre de Venus y Serena, es un hombre que decidiĂ³ tener dos hijas para convertirlas en jugadoras de tenis y hacerse millonario. Y un plan como este y un mĂ©todo como el correspondiente sĂ³lo pueden tener Ă©xito con un nivel de sacrificio y sufrimiento que esas niñas de la pelĂ­cula, encantadas de pelotear bajo la lluvia a las doce de la noche, no pueden llegar a imaginar.

24.3.22

¿TĂº ere' el que pimpea o te pimpean a ti?

Dicen que crisis en chino significa oportunidad y a fe de Pedro SĂ¡nchez que tienen razĂ³n. El presidente hace buena la maquiavĂ©lica sospecha de que el afortunado pasa siempre por virtuoso (o quizĂ¡s era al revĂ©s, no me acuerdo) y que si esperas o resistes o aguantas el tiempo suficiente, un nuevo problema viene siempre a salvarte del anterior. Un train peut en cacher un autre, dicen los macrones. De ahĂ­ el alivio y el desparpajo con el que SĂ¡nchez corriĂ³ a decir, sin que nadie le preguntase, que todo lo malo que le pasaba, le pasase y a fe de dios que le pasarĂ¡ a nuestra economĂ­a es culpa de VladĂ­mir Putin, y a darnos las gracias a nosotros, hĂ©roes de la resistencia contra el fascismo ruso y sus quintacolumnistas locales, por los sacrificios que vamos a hacer. SĂ¡nchez tiene instinto y va cogiendo experiencia y ha aprendido bien cuĂ¡nto nos ha gustado a los españoles sacrificarnos por el bien comĂºn durante la pandemia. Hemos aceptado las mayores restricciones sin preguntar por los peores resultados, y lo hemos hecho orgullosos como borregos.

17.3.22

Putin, Medvédev y los dos minutos de odio

Ahora que hasta la sanchez ha entendido que para defender Occidente se necesitan armas, quizĂ¡ sea necesario empezar a recordar que no sĂ³lo se necesitan armas. Que Occidente, la civilizaciĂ³n, la libertad, la democracia y demĂ¡s son de esas raras cosas que necesitan de algo mĂ¡s que de la violencia para sobrevivir. Que, como dijo G. K. Chesterton y vinieron a recordarnos Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu, las mejores cosas pueden perderse en la victoria. 

No me meto ahora con eso de congelar cuentas y lo de confiscar yates de oligarcas porque ya entiendo que se supone que estamos en guerra y porque cualquiera que se haya hecho rico en un régimen como el putiniano es cuando menos sospechoso. Pero tengo que confesar y confieso que me incomoda y me preocupa ver con qué rapidez y facilidad han actuado nuestros Gobiernos para despojar a la gente de unas propiedades que minutos antes eran legal y legítimamente suyas. Hay aquí una de esas posibles pendientes resbaladizas y me temo que, si no lo dejo dicho ahora, me pase como advierte el poema, que cuando vengan a por mis cuatro rublos ya no quede nadie para defenderme.

16.3.22

EstĂ¡n locos, estos rusos

Si a VladĂ­mir Putin le gusta tanto amenazarnos con una guerra, incluso mundial, incluso nuclear, es un poco por aquello de Montaigne y su amigote: porque Ă©l es Ă©l y porque nosotros somos nosotros. 

Nosotros somos gente a quien es fĂ¡cil acojonar con una guerra. Somos la encarnaciĂ³n de aquel Ăºltimo hombre del que hablaba Nietzsche, que valora la comodidad por encima de todas las cosas, que pervierte y rebaja el valor y el sentido de sus palabras mĂ¡s graves para no asustarse demasiado, que toma una pastillita antes de ir a la cama para dormir tranquilo, y que se concibe a sĂ­ mismo, por la cuenta que le trae, como epĂ­gono de la historia, sin nada grande que hacer ni construir. 

Putin, en cambio, es un dictador ruso. Y eso, segĂºn cuentan, parecen ser dos cosas muy bestias. Esa es al menos la impresiĂ³n que dejan unas lecturas seguro que un poco superficiales de Dostoievski, Tolstoi y demĂ¡s. Y mĂ¡s todavĂ­a esas rusas de Killing Eve, o ese mundo loco y violento de The Great (huzzah! por la serie, por cierto), o esa escena tan magnĂ­fica de El ala oeste de la Casa Blanca, cuando el presidente Bartlet le pregunta a la embajadora rusa de dĂ³nde sacan the nerve ("el morro") y ella responde: "De un largo y frĂ­o invierno".

10.3.22

Paz entre los pueblos y guerra entre los sexos

Me dirĂ¡n que no hay que mezclar las cosas, pero es que han sido ellos. Los del feminismo interseccional. Los que un dĂ­a te venden el feminismo como la radical creencia de que las mujeres son personas, y a la mañana siguiente te lo cobran como si el feminismo fuese un instrumento revolucionario. Un movimiento colectivo y antirracista, de clase trabajadora, anticarcelario y queer. Y estos son los dĂ­as del año en que se pasa la factura y en los que tantos tienen que comprar caro, carĂ­simo, para no parecer de derechas. 

Hace dos años habĂ­a que dudar del coronavirus. El año pasado habĂ­a que aceptar que las mujeres eran las que mĂ¡s lo habĂ­an sufrido. Y este año tenemos que tragar tambiĂ©n con que son ellas las que mĂ¡s sufren en la guerra. De ahĂ­ deducen que lo mejor es que ucranianos y ucranianas entreguen las armas, el paĂ­s y la libertad a VladĂ­mir Putin. Fue la ministra del asunto, Irene Montero, la que quiso convertir el 8-M y el feminismo entero en un grito contra la resistencia estĂ©ril de Ucrania. No yo.

3.3.22

Los tontos vamos con la OTAN

La gente no es tonta, pero a veces coincide que a VladĂ­mir Putin le da por invadir Ucrania y a la izquierda autĂ©ntica, por manifestarse en contra de la OTAN. Y cuando esto pasa, es maravilloso ver con quĂ© seriedad y con quĂ© aplomo y con quĂ© voz grave afrontan la coincidencia. Ver cĂ³mo los mismĂ­simos demagogos de Twitter que a cualquiera le llaman chorizo o asesino se ponen ahora muy serios y como sĂºper rigurosos al hablar de Putin y de Rusia y su historia, muy compleja e interesante, y te sacan mapas como si fuesen Enric Juliana, y te sacan atlas y te sacan hasta resoluciones de Naciones Unidas y notas al pie de viejos tratados internacionales. 

A los tontos de verdad nos pasa un poco lo contrario. Normalmente, tendemos a complicarnos inĂºtilmente porque no damos para mĂ¡s claridad ni concisiĂ³n, pero la guerra nos idiotiza. Nos aporta una enorme claridad moral e intelectual.