21.6.25

"Girl maths" o las mates de lo social

Yo sabía de las mates del social, que son las que eligen los que no quieren hacer mates y que envidian o desprecian todos los demás según sus capacidades y según sus necesidades. Porque las del social son más aplicadas, menos exigentes… menos mates, vaya. Y ahora, gracias al algoritmo de Musk y al Servicio Español de Radiodifusión, sé que existen unas mates alternativas a las que llaman (al menos de momento) Girl maths. Son las mates que te dicen que si te encuentras 20€ en el bolsillo de una chaqueta, la cheeseburger de hoy te sale gratis. O que si pagaste ayer una entrada para Bud Bunny, cuando llegue el día de San Benito el concierto te saldrá gratis. Girls math serán, porque cualquier cryptobro, de la misma edad y educado en la misma red social, sabe ya perfectamente que los 300€ de hoy bien podrían ser 310€ o 3.000€ cuando aterrize Benito y que ese, y no otro, es el precio real de la entrada a la que llaman gratis.

Podrían ser estas las famosas mates con perspectiva de género de la que tan necesitados están nuestros estudiantes, machirulizados por las redes. Pero es un cálculo tan ridículo que sólo serviría para evidenciar el machismo implícito en el asunto de considerar que las mujeres necesitan unas mates propias porque las demás son demasiado frías y poco empáticas con sus sueños e ilusiones. Sueños e ilusiones que se resumen, básicamente, en vivir de gratis, al día y sin responsabilidad ninguna para con su futuro.

Lo entendieron casi en la Ser, porque si algo quedó claro es que es machista e injusto llamarlas girl maths cuando esta misma lógica y estas mismas ilusiones son las que guían a tantos hombres y a tantos países a la ruina. Y será cosa del heteropatriarcado que cuando lo hacen ellos no parezca tan estúpido ni tan gracioso. Que cuando Broncano decía que su programa no era caro porque al final los presupuestos de TVE son los que son y ya están cerrados bien podría haber dicho que era gratis. 

Le falta un poquito de deconstrucción, creo yo, para entender que el dinero público (ya) no es de nadie, chiqui.  

O que cuando Bolaños dice que los ciudadanos podemos estar tranquilos, porque mientras en Francia se anuncian recortes de 44.000 millones de euros, aquí “el Estado del bienestar no sólo no se recorta sino que se potencia, se fortalece”. 

Bolaños y la Ser y todos nosotros sabemos perfectamente que mientras gobiernen ellos (los socialistas, quiero decir) no habrá recortes. Porque eso no va con ellos, que son más de aumentar el gasto y la lógica de la sociedad de la dependencia. Que los recortes se los tendrá que comer el siguiente y cuando no quede más remedio. Y que si el siguiente resultase ser del mismo partido, seguro que el tiempo lo pondrá en su sitio. Como ha hecho con Zapatero, cuyos recortes sabemos ahora que en realidad fueron de Rajoy, que los hizo por vicio como los volverá a hacer la derecha cuando tome de nuevo el poder. 

Esto no son girl maths porque sería machista. Pero son unas mates así como de lo social, donde el cálculo es ideológico y lo ideológico es, simplemente, una expresión nuestros sueños e ilusiones.

16.6.25

Todo está perdonado

Lo peor de que Pedro Sánchez pida perdón es que habrá quien se lo conceda. Incluso sin saberlo.

Como hacía Risto Mejide, por poner un ejemplo y sólo uno, pidiéndole que dimitiese porque su obligación era "elegir buenos Secretarios de Organización" y "supervisar para que se comportaran decentemente".

Sánchez sabe mejor que nadie que este argumento, "in vigilando", tiene las patitas muy cortas. Y que es útil, como todo, para arrojarlo contra los demás, pero demasiado débil para convencer a los propios.

Lo fue y lo sigue siendo contra M.Rajoy, más por insistencia y por chiste que por lógica, pero no será suficiente contra Sánchez.

Es un argumento que no convence nunca a nadie porque no es un argumento, sino una simple sombra de sospecha. Muy razonable, diría yo, pero sombra y nada más.

Sánchez pide perdón como lo piden los niños a los que pillas copiando en el examen, como si fuesen las circunstancias, los nervios, la presión de los padres, las prisas por terminar el último examen, lo que no permite estar al loro de lo que un cuerpo siempre un poco extraño hace en su nombre.

El Partido Socialista es un poco así para Sánchez, y todos esos hombrecillos tienen que serle extraños porque al final ninguno es tan guapo ni tan poderoso como él. Hay una distancia y una soledad en la cumbre que dificulta y hasta imposibilita la correcta vigilancia.

Tú puedes vigilar lo que quieras, porque toda la lógica de la relación está montada para que esos movimientos te parezcan extraños, indescifrables incluso, a poco que seas alguien medio normal. Medio decente.

Todo el mundo sabe que para eso están los secretarios de Organización y sus semejantes. Hasta el punto que ya casi diría que la culpabilidad de los demás no sólo protege sino que refuerza la inocencia del presidente. Y si no lo digo yo, es porque ya lo dijo Sánchez y plagiar está muy feo.

Él estaba, como tiene que estar, a otras cosas, a las cosas importantes: al progreso de España. Y lo seguirá estando.

Sánchez no va a dimitir porque no sabría encontrar motivo alguno. No tendría por qué. La cuestión es, por lo tanto, quién le obligaría a hacerlo. Quién podría.

Lo normal es la oposición, pero ya se ha visto que no puede y que prefiere no intentarlo.

Lo propio, lo que correspondería en la partitocracia en la que se supone que vivimos, sería que el propio partido —y más habiendo descubierto ¡ahora! lo de la urna (otra cosa que supo antes la fachosfera, por cierto)— le forzase a dimitir. O que el grupo parlamentario forzase su caída. Algo así.

Pero no hay semejante cosa. La partitocracia siempre fue una exageración y si dejó de serlo es porque Sánchez se cargó, simple y sistemáticamente, una a una, uno a uno, todas las estructuras y todas las figuras y barones antes conocidos como Partido Socialista Obrero Español.

Cuando killer, killer. Cuando víctima, víctima. Es como si tuviese algo personal contra las instituciones que limitan su poder.

Lo habitual sería que lo abandonasen los socios como abandonaron a Rajoy, con mucho menos motivo, por cierto. Pero los socios de Sánchez no pueden abandonarlo porque no pueden, simplemente, entregar el gobierno de España al PP y Vox.

Es un problema que Feijóo no va a poder solucionar por muchas entrevistas que logre dar a La Vanguardia en representación del galeguismo cordial. Con Vox no hay manera y sin él, tampoco.

Porque no quedan muchos en Cataluña (y no digamos en el País Vasco) que sueñen todavía con que una derecha de la buena gobernando en Madrid sirva para volver a encender el ánimo del independentismo.

Lo único que pueden y deberían hacer es sumarse ellos también a los Madinas y demás, tímidos disidentes del sanchismo ahora que empieza a costar más disimular que apartarse, y buscarle un sustituto que salve el orden.

Hay que recuperar al PSOE de verdad, el de los buenos, y arrancarlo de las manos corruptas del sanchismo. Hay que personificar en Sánchez el problema, culpar a su camarilla para salvar los muebles y hasta el mismísimo régimen del 78 de su auténtica amenaza, que son las pulseritas de Vox, el de la foto de Feijóo y el novio de Ayuso.

Yo creo que Rufián tiene aquí una oportunidad de oro para terminar el trabajo que fue a hacer a Madrid y convertirse, esta vez sí, en el auténtico héroe de la retirada. En español del año, incluso.