28.3.25

La regla del 80/20 es cierta: los 'incels' tienen razĂ³n y los adolescentes lo saben

La culpa es de los singles y de esa teorĂ­a del 80/20 segĂºn la cual el 80% de las mujeres sĂ³lo se siente atraĂ­da por el 20% de los hombres.

Y el gran problema de esta teorĂ­a del 80/20 es que es bĂ¡sicamente cierta. Y que encaja con la experiencia de la inmensa mayorĂ­a de los niños de trece años, que son naturalmente incels, y la explica a la perfecciĂ³n. Como el protagonista de Adolescencia.

A diferencia, claro estĂ¡, de tantas otras teorĂ­as sobre las relaciones sexoafectivas entre gĂ©neros, mucho mĂ¡s bien sonantes, que los adolescentes tambiĂ©n conocen, que tambiĂ©n reciben machaconamente y que tambiĂ©n escuchan con atenciĂ³n variable. Pero que, evidentemente, no se creen. 

Pero la teorĂ­a del 80/20, siendo bĂ¡sicamente cierta, es sĂ³lo una parte de la verdad.

Y la otra parte no se la explicarĂ¡, porque no puede, ninguna de sus escandalizadas profesoras, naturalmente feministas y naturalmente progresistas. Ni se la explicarĂ¡ tampoco ninguno de sus profesores, porque casi no tienen ninguno y porque los que tienen son naturalmente feministas y naturalmente progresistas.

Y parece ser que tampoco se la explicarĂ¡n esos gurĂºs que dice que corren por internet corrompiendo a nuestros jĂ³venes con sus dolorosas verdades.

La verdad la podrĂ­an aprender solitos y a gran coste. Pero no estĂ¡ mal que alguien se la recuerde de vez en cuando para hacer algo mĂ¡s llevadero el disgusto de ser adolescente.

Consiste, simplemente, en aceptar que el hombre se hace. Que su hombrĂ­a y su atractivo no son evidentes. Que no basta con esa pelusilla en el labio superior.

Es algo que ya intuyen. Por eso a esas edades empiezan a hacer chistes de marranadas que a menudo ni siquiera entienden y por eso pasan de llamar tontas a las chicas, para explicar por quĂ© no quieren jugar con ellas a saltar la comba, a llamarlas putas porque ahora ellas, de un dĂ­a para otro, prefieren a los mĂ¡s mayores y malotes.

No puede sorprendernos tanto, porque los pobres niños incels no son los Ăºnicos que desprecian lo que querrĂ­an tener y no pueden. 

Se entiende todo a la perfecciĂ³n, pero no se acepta con igual facilidad.

Y hay que aceptarlo.

Hay que aceptar, bĂ¡sicamente, que no sirve de nada culpar a la realidad y que es mucho mĂ¡s Ăºtil e interesante tratar de entenderla.

Pero esto es algo que tampoco les explicarĂ¡ toda esta generaciĂ³n de escandalizados profesionales, precisamente, del arte de negar la realidad. Incluso en este tema y en esta estadĂ­stica, donde tantas feministas han salido corriendo a decir que es mentira y que es indignante y que ademĂ¡s es culpa de los hombres.

Que si los niños no follan es porque no son lo suficientemente feministas y que hay que deconstruirse un poco mĂ¡s para gustar.

En realidad, un poco menos. 

Porque son teorĂ­as absurdas que no puede creerse un niño de trece años que sepa quiĂ©n le gusta a la guapa de la clase y con quiĂ©n se ha dado el primer morreo. 

Pero hay que reconocer que cuando las feministas y sus aliados salen a negar la evidencia y exigen que nos "trabajemos" dicen bien, aunque sea por error.

Porque lo que puede llegar a hacer atractivo al 80% de los hombres requiere de mucho trabajo. El estatus, el dinero y que ellas cumplan los treinta son cosas que ayudan mucho, pero que requieren de tiempo y de esfuerzo.

Es, de nuevo, algo que saben perfectamente los adolescentes, obsesionados como nunca en hacer burpies y press-banca y en invertir en cripto.

Y es algo que, lĂ³gicamente, tiene muy preocupadas a las feministas, empeñadas en descubrir lo tĂ³xico en cualquier expresiĂ³n de masculinidad. 

Y tambiĂ©n por otra cosa, que es mucho peor y mucho mĂ¡s triste. Porque el problema de la teorĂ­a del 80/20 es que es infalible en el tipo de relaciones que prima y promueve nuestra sociedad, e incluso nuestro feminismo, en nombre de la libertad, la experimentaciĂ³n y la liberaciĂ³n sexual de las mujeres.

Es lo que explica que apps como Tinder funcionen perfectamente para el 20% de los hombres (con buen trabajo, buenas espaldas y buena altura, por encima del 1,80 m) y es una pérdida de tiempo, paciencia y autoestima para el 80% restante.

En este tipo tan particular de relaciĂ³n, la regla del 80/20 es infalible y tiene efectos terribles para casi todos.

Para ellos, porque en realidad las Ăºnicas que pueden comportarse como autĂ©nticos hombres son ellas. El mercado sexual estĂ¡ a sus pies y son ellas (y ese supuesto 20%, que hoy ya serĂ¡ menos) las Ăºnicas que pueden ligar cada dĂ­a con uno distinto y sin compromiso si asĂ­ lo desean.

Y para ellas porque, como muy bien dicen las feministas, entre ese 20% de machos que tienen a su disposiciĂ³n la prĂ¡ctica totalidad de las usuarias no se encuentran los hombres comprometidos y deconstruĂ­dos que a ellas les gustarĂ­a que les gustasen.

Oh, sorpresa. 

Si el 80/20 les pesa tanto a los adolescentes, a las feministas, a las profes y a los padres implicados es, simplemente porque estas son el tipo de relaciones que esperamos de nuestros jĂ³venes.

Y porque cada vez hay menos adultos que en la escuela, en los medios, en la política (ni siquiera en la familia, tan a menudo separada), le presente a ese 80%, tanto en el discurso como en el ejemplo, modelos de éxito a los que sea razonable aspirar.

El problema, bĂ¡sicamente, es que el tipo de relaciĂ³n que se promueve es el tipo de relaciĂ³n donde la ley del 80/20 impera y castiga mĂ¡s.

Normal que les joda.

14.3.25

Lo que nunca perdonarĂ¡n a Ayuso

Ayuso no tiene defensa posible. Porque la cifra y la crĂ­tica del documental 7291 no se refieren a los muertos por su presunta "mala gestiĂ³n", sino a los terribles efectos de su perversa ideologĂ­a.

Que se use a los muertos y el dolor de sus familias para la propaganda ideolĂ³gica serĂ­a escandaloso si hoy fuese martes y esto, Dinamarca.

Pero a estas alturas y por estas latitudes, ya solo podrĂ¡n escandalizarse los mĂ¡s viejos del lugar o quienes cobran por fingirlo ante las cĂ¡maras. Benditos sean.

Los informados, los serios, somos ya demasiado cĂ­nicos para pretender que entrar a discutir aquĂ­ las cifras de fallecidos en las residencias madrileñas o compararlas con las de otras comunidades tiene el mĂ¡s mĂ­nimo sentido.

EstĂ¡, simplemente, fuera de lugar. Porque nunca fue de esto.

Si lo fuera, si el tema fueran las cifras, el rendimiento de cuentas y la mejora de los protocolos y condiciones por lo que pueda venir, el Gobierno (ejemplar, sin duda, tanto en la prevenciĂ³n post-8M de la crisis como en la gestiĂ³n y en la salida "en V" y "mucho mejores") se guardarĂ­a muy mucho de volver sobre sus pasos como hace el criminal en las malas pelĂ­culas.

De ahĂ­ la deshonestidad fundamental de este documental y de esta campaña, que pasa de la crĂ­tica ideolĂ³gica a la cifra de muertos, pero nunca de la cifra de muertos a la crĂ­tica ideolĂ³gica.

Es la lĂ³gica deductiva que explica perfectamente por quĂ© Ayuso es presuntamente responsable de cada uno de los 7.291 muertos en las residencias madrileñas y Pedro SĂ¡nchez el responsable Ăºltimo, y dirĂ­ase que Ăºnico, de todas las vidas salvadas. De esas 450.000 que dijo Ă©l mismo y que asumo aproximadas, porque es evidente que aquĂ­ una vida mĂ¡s o menos no importa tanto como en las residencias de Ayuso. 

Por si acaso me incluyen en la cifra de vidas salvadas, conste aquĂ­ mi mĂ¡s sincero agradecimiento.

Lo que pasĂ³ en las residencias, incluso en algunas (pocas, poquĂ­simas, cabe suponer) de fuera de la Comunidad de Madrid, es realmente de lo mĂ¡s espantoso de la pandemia.

Porque es donde al desamparo habitual de los mayores se suma de la forma mĂ¡s cruel posible todas y cada una de las mĂ¡s duras decisiones que hay que tomar en estos casos. El famoso triaje, que ahora volvemos a descubrir con el mismo espanto que la primera vez, porque el comĂºn de los mortales prefiere vivir sin recordar su existencia y su necesidad.

Pero que es imperativo, y categĂ³rico, en situaciĂ³n de saturaciĂ³n hospitalaria.

Y que sĂ­, castiga mĂ¡s a los mĂ¡s vulnerables porque ese es su terrible sentido.

Y por eso es tan bajo usarlo como arma polĂ­tica. Y por eso es tan eficaz.

Se trata de proteger a los ciudadanos de las verdades mĂ¡s incĂ³modas porque estas conllevan las mĂ¡s duras responsabilidades.

Por eso, si en algo supuestamente positivo destacĂ³ la España confinada de SĂ¡nchez fue en la vacunaciĂ³n. Es decir, en la obediencia.

Y por eso cabría criticar y lamentarse porque se trate a los ciudadanos como a niños si no fuese porque a los niños hay rollos que, simplemente, no se les pegan.

A los niños se les distrae con cosas buenas y divertidas y, a veces, incluso se les deja en paz.

Con nosotros, en cambio, no se ahorran ni un dĂ­a de agitaciĂ³n y propaganda.

Hasta el punto que, todavĂ­a en plena pandemia, pero ya en tono de advertencia, El PeriĂ³dico hizo historia del periodismo al llevar en portada el titular El colapso que no fue. La gestiĂ³n es impecable, tenemos la mejor sanidad del mundo, nos decĂ­a, y no valdrĂ¡n excusas.

No habrĂ¡ perdĂ³n para la oposiciĂ³n. Para los agoreros. Para los crĂ­ticos y negacionistas. Para los que no salen al balcĂ³n a aplaudir a los sanitarios. Es decir, a la sanidad pĂºblica. Es decir, al Estado del bienestar, a la socialdemocracia, al PSOE… a Pedro SĂ¡nchez.

El problema no son los muertos. Los muertos se los podrĂ­an perdonar a Ayuso, como parece que se los han perdonado a todos y cada uno de los otros presidentes autonĂ³micos. Si Ayuso fuese como todos los demĂ¡s, claro.

Lo que no podrĂ¡n perdonarle nunca es que fuese por libre. Que cerrase antes las residencias y abriese antes los bares. Y que lo hiciese en clara y explĂ­cita discrepancia con el Gobierno central en un momento en el que cualquier crĂ­tica era criminalizada y en que tocaba fingir la unidad del mundo occidental al dictado de la ciencia y la razĂ³n para evitar, precisamente, que distintas polĂ­ticas pudiesen evidenciar distintos resultados y responsabilidades.

Lo que no podrĂ¡n perdonarle nunca es, en realidad, que fuese la Ăºnica oposiciĂ³n real al Gobierno socialista. Y que siga siĂ©ndolo.

Por eso, Ayuso no tiene defensa posible. Su Ăºnica salida es el Ă©xito. Porque, por muy compungidos que estĂ©n todos con estos siete mil y pico (mientras ignoran a todos y cada uno de los demĂ¡s muertos), lo que mĂ¡s les pesa no son los errores que pudiera haber cometido Ayuso ni sus terribles consecuencias.

Lo que mĂ¡s les pesa, lo que les resulta simplemente insoportable hasta imaginar, no son sus fracasos. Es su Ă©xito.